sábado, 28 de agosto de 2010

Sangre azul en salmuera

Leo en Heraldo de Aragón que “Letizia y las infantas eclipsan a los novios griegos”. Hombre, yo siempre tenía entendido que en los actos sociales de la BBC, o sea, en bodas, bautizos y comuniones, ningún invitado debía restar protagonismo a la novia vestidita de blanco satén ni al niñato de marinerito blanco de sonrosados mofletes y cursi flequillo, ni al cura echando agua bendita sobre la cabeza de un neonato que llora del susto. Pero aquello que tenía aleccionado por referencias directas de ciertos pijos de postín en la hora del vermú parece que ya no funciona. Así, en la boda de Nicolás de Grecia y Tatiana Blatnik (ya sé que no se estilan jazmines en el ojal, saludar tocando el ala del sombrero ni agitar con donaire los pañuelos) pudieron verse juntos a los príncipes de Asturias y a las infantas Elena y Cristina, “sonriendo y en animada charla”. Y para ilustrar ese encuentro familiar, quizás único e irrepetible, la revista ¡Hola! les dedica nada menos que 50 páginas a todo color. Con la que está cayendo en España, donde, además del abultado paro; de una prevista reforma laboral que nos va a dejar más escuálidos que a don Quijote, donde cualquier ministro cursa y obra a su albedrío, ora blanco, ora negro, ora otra vez blanco, ora ya no sabe qué fue lo último que se dijo; donde ya hemos recibido a portes debidos más de noventa cadáveres de una guerra, la de Afganistán, que no es la nuestra, etcétera, etcétera, lo más conveniente será, supongo, que cuidemos con mucha devoción, en este caso con devoción de novicia, las fotos de esa revista de la bragueta. Dan mucho juego en las peluquerías de señoras, ensanchan el acendrado ardor popular hacia a la Corona y dejan a un lado las habladurías sobre si Letizia no se lleva con las infantas, o sobre si la abuela fuma. Como cuenta Antonio García Barbeito en su artículo de hoy en ABC, “El viejo olivar”, refiriéndose a las aceitunas, al resto de invitados, entre ellos muchos príncipes herederos de la vieja Europa, será necesario “mantenerlos en salmuera con mucho tomillo y mucho ajo” para que duren en el tiempo y, de esa guisa, los españoles podamos continuar haciendo comparaciones sobre el matiz en color de la sangre azul, o sea, si es azul lapislázuli, azul de Prusia, azul turquí, o azul ducados. Si les digo la verdad, sensaciones cromáticas aparte, ya tampoco sé muy bien si las comparaciones siguen siendo odiosas.

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