lunes, 6 de septiembre de 2010

Antenas arzobispales

El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, no está de acuerdo con la afirmación de Stephen Hawking en lo que respecta al Universo y a la idea de Dios. Y ha señalado que "basta tener las antenas bien puestas y la cobertura suficiente para entender que Dios está, emite, tiene algo que decirnos, mucho en lo que acompañarnos, y con su acostumbrada discreción él está presente". Eso queda muy bien. Lo que pasa es que debería demostrarlo y dejarse de frases-papilla. Don Stephen, desde luego, no es de los que pertenecen a la “adoración nocturna” ni, que yo sepa, es cursillista de cristiandad ni cofrade ni terciario franciscano. Tiene sabiduría por arrobas pero carece de esa fe que, según cuentan, hace mover montañas y, según callan, produce corrimientos de tierras en Guatemala. Y ambos, tanto el tipo de la barba, el báculo, la mitra, el anillo, el pectoral y el solideo (que produce en los mortales la sensación de que vive del cuento); como el hombre que derrama sabiduría de la fetén por todos los poros de su cuerpo, que permanece postrado en silla de ruedas por culpa de una esclerosis lateral amiotrófica (que sabemos a ciencia cierta que vive de su trabajo de investigación); son opuestos como los polos de un imán. Así, el clérigo de la barba tupida y de las antenas sobre su colodrillo, mantiene que "no creer en Dios o afirmar que no existe, cuesta creerlo"; mientras que el señor Hawking, más modesto, sólo indica que no ha visto la presencia de Dios en la configuración inicial de nuestro Universo. A cualquier ciudadano que haya leído la vida de Galileo Galilei, le trae al pairo que la Iglesia Católica haya pedido perdón por su soberbia a lo largo del siglo XX.. El enfrentamiento de Galileo con la Iglesia Católica suele tomarse como el mejor ejemplo de conflicto entre la autoridad de su tiempo y la libertad de pensamiento. Por fortuna, a Hawking no habrá que rehabilitarlo tras un acto de contrición, una serena confesión y la receta de una posterior penitencia. A Jesús Sanz, en cambio, sería conveniente que le colocasen una antena parabólica a modo de teja, o de bonete, para que supiera cómo y en qué frecuencia emite Dios y de qué manera deben leerse los renglones torcidos. Así podría quitarse el amargor que le produce todo lo concerniente a la Ciencia.

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