miércoles, 1 de septiembre de 2010

Aznar, ¿Rex Iudaeorum?

¿Qué pinta Aznar en el Congreso Mundial Judio? Este hombre, que está presente en todas las salsas, en un arrebato de delirio de grandeza que podría servir de estudio en un seminario de psiquiatras, se permite criticar al presidente Obama. Y sin despeinarse, señala que “debería estar ocupado en evitar que régimen iraní construya su bomba”. A ver si lo entiendo sin la ayuda de Carlos Castilla del Pino, que ya se ha muerto. Lo que Aznar desea contar al mundo es que, según creo entender, Obama debería declarar la guerra a Irán y arrasar su suelo en busca de la bomba, como hizo su compadre Manuel Fraga en Palomares. Este osado ex presidente del Gobierno de España, sin tener mejor cosa que hacer con su vida, se permite desde Israel lanzar el mensaje de este tenor: “de la Casa Blanca emana una crisis de confianza, lo que podría causarnos a todos grandes problemas”. Y se ha quedado tan fresco. Que yo sepa, el que pudo causar en su día grandes problemas al mundo fue él, tras su reunión en las Azores. El broche de oro lo pone un poco más adelante en su discurso “salvador”. Manifiesta, como el que pide en taquilla unas entradas para el cine, que "defender el Estado de Israel es defender nuestro sistema liberal". ¡Quieto parao! ¿A que sistema liberal se refiere Aznar? ¿Acaso al primer liberalismo, donde se engloban las ideas políticas formuladas durante los siglos XVII y XVIII, contrarias al poder absoluto del Estado y su intervención en asuntos civiles? ¿O se refiere al conservadurismo liberal y a la teoría económica iniciada por Adam Smith? Sabido es por todos que, tanto Aznar, como su corifeo de barones entusiastas, apuestan hoy (como en su día apostaron sus abuelos y el puñado de burgueses que aplaudieron con las orejas el triunfo de Franco) por el libre mercado capitalista como mejor garante del equilibrio institucional y el crecimiento económico del país. Se vio claro su estilo presidencialista durante su etapa de gobierno, cuando los temas de empleo, de enseñanza, de sanidad y de política social se los pasó por el arco del triunfo. (Todavía recuerdo una visita a Zaragoza de la ministra Celia Villalobos cuando, en el interior del hospital “Miguel Server”, entendió como “algo normal” que los enfermos estuviesen masificados en camas cruzadas por los pasillos, entre corrientes de aire y montones de sábanas sucias). También, decía, cuando quedó demostrado que, tanto su “vivo interés” por meter a España de lleno en la guerra de Iraq, como por llevar a cabo el trasvase del Ebro de forma urgente, se debían a intereses bastardos que requerirían un mayor esfuerzo de análisis.

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