sábado, 30 de abril de 2011

El milagro necesario


En la monja Marie Simón Pierre se ha basado la Iglesia Católica para justificar hacer beato a Juan Pablo II, al curarse milagrosamente de la enfermedad de parkinson. Al parecer sanó en la madrugada del 3 de mayo de 2005. A este respecto, transmite “La Gaceta” las palabras de la religiosa: "Durante la noche, me levanté de un salto y bajé al oratorio de la Casa de la Comunidad para rezar al Santísimo Sacramento porque me invadió una paz inmensa, una sensación de bienestar". Menos mal que Franco, que padecía ese mal, no se encomendó a Karol Wojtyła, que entonces era arzobispo de Cracovia y al que nombrarían Papa tres años después de su muerte. Franco prefirió tener en El Pardo el brazo incorrupto de santa Teresa, que era como la “minipimer” de Braun donde hacía las mayonesas políticas. Más tarde, si no se cortaba, se la entregaba a un motorista en forma de “potito Bledine” para que éste, el motorista, fuese hasta el domicilio de algún ministro y le comunicarle su cese inmediato. Si en Franco se hubiese producido el milagro de la curación una noche cualquiera, si hubiese pegado un salto de la cama y hubiera ordenado “firmes” al entonces príncipe de España, si se hubiese curado de parkinson y no hubiera echado en el orinal aquellas apestosas heces en forma de melena, la historia de nuestro país hubiera sido distinta. Nos hubiésemos ahorrado el bochornoso espectáculo de la tarde del 23 de febrero de 1981 cuando, siempre según la prensa extranjera, unos militares con montera de torero irrumpieron en el Congreso; estaría Urdaci presidiendo la única televisión de España; se habría construido otro Valle de los Caídos por si las moscas; no existiría el divorcio ni la Constitución ni los partidos políticos ni los sindicatos horizontales ni la atzaintza… Lo que sí existiría es la ETA, el GRAPO y la madre que los parió. Y seguro que Francia se habría puesto de perfil a la hora de ayudarnos a hacer desaparecer esa lacra. O sea, con un milagro es suficiente. Me alegro de que la monja Simón se haya curado y de que a Wojtyla le hagan mañana beato. Yo, de tener poderes suficientes en el Vaticano, le haría directamente santo para ahorrar trámites. Ah, y que esa losa de 1.500 kilos selle para siempre el sepulcro de un militar golpista, ganador de una guerra entre hermanos, que hizo tanto daño a los ciudadanos por el hecho de desear ser libres y poder vivir en democracia.

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