sábado, 4 de junio de 2011

La Crisálida de Osorno


No sé si ya se habrán dado cuenta. Desde el reciente triunfo de la Derecha en las pasadas elecciones autonómicas y municipales, los columnistas de la prensa de la caverna se dedican un día sí y otro también a hacer leña del árbol caído. Desean a toda costa que se adelanten las generales para aprovechar esa “inyección de penicilina” que ha recibido Rajoy. Y esos columnistas están dejando de interesarme. Concentran sus esfuerzos literarios en la banalidad más espantosa y en sembrar alarma entre los lectores. No hacen un serio análisis de la actual situación de España. Simple y llanamente concentran sus esfuerzos en comentar, por ejemplo, si a Pérez Rubalcaba deben o no llamarle Alfredo (o, como dice Ussía, AF, “el segundo responsable del Gobierno desastroso que nos ha llevado a todos los españoles al borde de la ruina"); a unas deudas autonómicas que estiman escandalosas (por ejemplo, Castilla-La Mancha) sin siquiera haberse parado a pensar que todavía no se han auditado; a no se qué espectro que se pasea por La Moncloa arrastrando cadenas ( me refiero a Isabel San Sebastián refiriéndose a Pérez Rubalcaba, señalando que "ahora huele la sangre de la presa que se ha cobrado y el aroma dulzón de la muerte le estimula el apetito...El fantasma ha parido un tiburón"); a la justificación de lo injustificable en lo referente a la reseña de Francisco Franco escrita por su admirador Luis Suárez en ese Diccionario Biográfico Español editado por la Real Academia de la Historia que ha costado al Estado 6 millones de euros; al tema de Bildu (al que confunden de forma malintencionada con ETA) en los ayuntamientos vascos; etcétera. Y hasta la Patronal juega al pim pam pum con los sindicatos, rompiendo unas negociaciones sobre la reforma laboral que ya casi estaban cerradas, después de conocidos los resultados electorales en las autonómicas favorables al PP. ¿Por qué no comentan la mala gestión de Camps y Barberá de 144 coches oficiales, o de los 1.300 millones en facturas ocultas en la Generalitat, o el desfase de 15.000 millones de Feijóo en Sanidad y los 1.000 millones de Valcárcel? Pero, de esos columnistas a los que hago referencia, hay uno de ellos que se lleva la palma. Me refiero a César Alonso de los Ríos, que se permite definir a Alfredo Pérez Rubalcaba como “rebotado del franquismo familiar”. Pero, ¿quién es César Alonso de los Ríos? Pues verán: independientemente de lo que pueda señalar sobre su biografía la Real Academia de la Historia, el señor Alonso de los Ríos, que en su día estuvo afiliado al Partido Comunista de España, que colaboró con las revistas más secuestradas durante el franquismo (“Cuadernos para el diálogo” y “Triunfo”), que encarnó las ideas de la cultura de la izquierda del país y fue símbolo de la resistencia intelectual al franquismo, que compartió oficina, mesa y mantel con Vázquez Montalbán y con Haro Tecglen; el señor Alonso de los Ríos, digo, pasó a las filas del PSOE en los años 80 hasta que, miren ustedes por dónde, entró como columnista en el diario ABC y en las tertulias nocturnas de José Luis Balbín. A partir de entonces, siguiendo la línea editorial de ese periódico, mostró claras simpatías hacia la política de José María Aznar, para terminar asistiendo con asiduidad a las tertulias de de COPE y los programas televisivos de la cadena de Julio Ariza. Toda una metamorfosis complicada. Este señor, a mi entender y en pleno uso de la libertad de expresión, puede llamar a Pérez Rubalcaba “rebotado del franquismo popular” y quedarse tan tranquilo. Pero yo, también en pleno uso de mi libertad de expresión, puedo definir a César Alonso de los Ríos como la Crisálida de Osorno, sin que me tiemble el pulso.

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