jueves, 21 de julio de 2011

Chupar del frasco


Si Mariano Rajoy entiende que el “sacrificio” de Francisco Camps deja desarmado a Alfredo Pérez Rubalcaba, Mariano Rajoy es un incauto que merece que le apliquen el conocido timo de la estampita. Si Rajoy piensa que esto es el juego de los barcos, está en edad escolar. Si Rajoy supone que ahora Rubalcaba va a ser llevado a la pira de los sacrificios para satisfacer los deseos de su dios Aznar en forma de humo, este hombre detenta un preocupante infantilismo a escala de sus fantasías. Rajoy no quiere hablar con los periodistas para dar las oportunas explicaciones. Prefiere permanecer quieto en la mata, sin despeinarse. Opta por mantenerse lejos de la prensa, ese Cuarto Poder que todo lo magnifica pero, también, que todo lo destruye. La honradez a los presidentes de Comunidades se les supone como el valor, a los soldados de leva. Rajoy tiene un ojo puesto en las urnas y otro ojo en una Trama Gürtel que no ha hecho más que empezar. Lo de los trajes es lo de menos. Lo otro que está por salir a flote, es lo que pone nerviosos a tirios y troyanos. Soraya Sáenz de Santamaría y Esteban González Pons sólo tienen en la cabeza una figura fija, la figura del faisán, no sabemos si con cola larga o guisado. Son los nuevos discípulos de Carpanta, ese símbolo del hambre insatisfecha, creado por Escobar para revistas de Bruguera. Ese acto de “generosidad infinita” a la hora de dimitir queda muy bien para las leyendas de don Rodrigo Díaz de Vivar, pero la realidad es que tanto las llamadas de Rajoy como la presión de Trillo le obligaron a dimitir. No podían permitir los del dobladillo en el pantalón y los gemelos en los puños de las camisas de Génova que Camps fuese juzgado, aunque de momento sólo de cohecho impropio, siendo presidente de la Comunidad Valenciana. Ya se encargará el diputado del PP por Valencia, Ignacio Gil Lázaro, de recetar “esa medicina” que debería chupar del frasco Rubalcaba (según cuenta Sáez de Santamaría, y que tan bien le ha ido a Camps) en el programa ultra “El gato al agua”. Hombre, a Camps le suelen sentar bien las medicinas porque consulta con su farmacéutica, que la tiene en casa. Sí, a grandes males, grandes enfermos y a grandes penas, pañuelos gigantes. ¡Ay, mi niña, qué veranito nos espera…!

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