jueves, 14 de julio de 2011

La cosa tiene guasa


Una ley impulsada por el Gobierno y aprobada hoy en el Parlamento nos lleva al envase retornable. Se acabó eso de usar y tirar. De ahora en adelante pagaremos un poco más por el casco y ese importe se nos devolverá cuando lo retornemos a la tienda. Vamos, que eso de ir al super con el carrito vacío se va a terminar. Saldremos de casa con el carro lleno de botellas vacías y regresaremos con cualquier cosa para llevarnos a la boca, ya que dado el actual panorama económico la despensa no está para mucho almacenaje. En suma, volvemos a los tiempos de la penuria, cuando se buscaban en los basureros botellas de champaña una vez pasadas las navidades, para devolverlas no recuerdo dónde a cambio de una o dos pesetas por casco útil. Las que no servían, o sea, las que no podían devolverse, eran las de sidra “El gaitero”, por ser un poco más estrechas que las de cava y llevar grabado a relieve su nombre en el cristal. Siempre hubo excepciones a la regla general. Pasaba algo análogo con la chatarra. Cada vez que aparecía por el barrio un minorista en un destartalado carricoche dispuesto a pagar a peso de romana todo tipo de cachivaches de hierro o metal, siempre ponía la condición de que esos hierros no fueran de la Renfe, por estar muy penalizado. Por esa razón, cerca de las estaciones siempre había tirafondos, placas y trozos de carril olvidados entre la maleza aledaña a los andenes como si se tratase de pedruscos. Nadie les hacía el menor caso a aquellos tornillos y tuercas por su carencia de valor para el chatarrero ambulante. O sea que, con la nueva ley que impulsa el envase retornable, pronto veremos por las calles al buscador de botellas de vidrio de la misma manera que ahora nos hemos habituado a ver a los rebuscadores de cartones, de ropa vieja y hasta de comida caducada en los cubos de basura próximos a los supermercados. La implantación en España del SDDR, siglas de Sistema de Depósito, Devolución y Retorno, me recuerda el dicho de Groucho Marx: “Partiendo de la nada, hemos llegado a alcanzar las más altas cimas de la miseria”. Se nos han secado los brotes verdes y, pese a que las agencias de rating casi han triplicado sus beneficios en España desde el 2006, como decía el eslogan de la sidra “El gaitero”, nuestra desesperanza ya es “famosa en el mundo entero”. Sólo nos falta volver al estraperlo, a las sardinas en salazón, al pan negro, a las alpargatas y a los cursillos de cristiandad, que ayudan mucho a poner la otra mejilla a cambio de un “Dios se lo pague”.

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