viernes, 23 de septiembre de 2011

Portugal


Muy mal tienen que marchar las cosas en Portugal para que se haya postergado “sine die” la línea de ferrocarril de alta velocidad Madrid-Lisboa. Las comunicaciones son el presente, también el futuro, del desarrollo de los países europeos. Como ejemplo práctico, ahí tenemos el marasmo en el que se encuentra Teruel, única capital española en la actualidad sin línea directa por ferrocarril con Madrid, para vergüenza de todos los españoles. Portugal necesita de España y viceversa. Estar tan cerca en la distancia y a la vez tan lejos en el hermanamiento entre ambos Estados no ayuda, precisamente, a fortalecer los lazos que nos unen. Somos como esos parientes de esta parte que ni se escriben ni se relacionan con los la otra parte ni siquiera en fechas señaladas. Saben de su existencia recíproca sólo porque forman parte del mismo tronco genealógico. Comenta Ussía hoy en el diario “La Razón” que “los españoles no hemos sido simpáticos, ni comprensivos ni humildes con Portugal, esa pequeña nación vecina y hermana que navegó por el mundo tanto o más que nosotros, y que mantuvo hasta trasanteayer un imperio colonial impresionante”. Aunque discrepe con el columnista monárquico las más de las veces, por esta vez entiendo que está en lo cierto. Yo viajé en varias ocasiones a Portugal, cuando todavía era necesario utilizar los escudos, y pude comprobar la amabilidad en el carácter de sus gentes y sus impresionantes paisajes. En cierta ocasión, sentado a la sombra en un banco público de Sintra, cayó sobre mi cabeza una castaña que todavía conservo en una estantería del cuarto de estar. Fue el único “souvenir” que traje a mi regreso a España de aquellos viajes alegres por lo cercano. Decía Pascal que “lo único que nos consuela de nuestras miserias es el divertimiento. Y, sin embargo, él es el más grande de nuestras miserias, porque, mientras nos distrae, va haciéndonos llegar, sin sentirlo, a la muerte”.

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