martes, 27 de septiembre de 2011

Trenes


Para mí que Miguel Ángel Revilla se arrepiente de haber llevado en taxi tantos tabales de anchoas en salazón a La Moncloa. Revilla, que fue un político de primera división mientras estuvo al frente de Cantabria, debería haber sabido con quién se jugaba los cuartos. Creer en las promesas de Rodríguez Zapatero es como suponer que el tahúr que tienes enfrente de la mesa te va a permitir que rebañes lo puesto sobre el tapete y te lo lleves crudo. Es cierto que Rodríguez Zapatero le prometió a Revilla un AVE para Cantabria, con trazado único desde Madrid hasta Palencia y, desde allí la famosa “Y griega”, es decir, el desdoblamiento en dos ramales, uno hacia Bilbao y otro a Santander. Pero la mala situación económica del Estado ha dado al traste con los sueños del que fuese séptimo presidente de esa Comunidad por el PRC durante dos legislaturas. Al final le arrolló el “tsunami" del PP” –como él mismo dijo tras conocer el escrutinio de votos- que lo dejó como al gallo de Morón: sin plumas y cacareando. El hecho de haber estado aliado con el PSOE como solución personal para poder “trepar” el alto murallón a la Presidencia de Cantabria y ceñirse la corona torreada, le ha pasado factura en los últimos comicios. En los “Desayunos Informativos de Europa Press”, José Blanco, ministro de Fomento, ha dejado claro que “la conexión por ferrocarril de alta velocidad entre Palencia y Cantabria es un proyecto inviable -lo que parece un juego de palabras, tratándose de un tema de vías férreas- en el actual contexto económico”. En consecuencia, el Gobierno ha apostado por los trenes híbridos de Talgo con rodadura desplazable y por los Alvia S-730, ambos muy versátiles y ligeros, capaces de circular tanto en tramos electrificados como en aquellos en los que sea necesario utilizar gasóleo y que se adaptan tanto a las vías de alta velocidad como a las convencionales. Los cántabros saben mucho de decepciones en temas de ferrocarril. Les quedará siempre para el recuerdo el famoso “Santander-Mediterráneo”, proyecto que nació a principios del siglo XX con el propósito de unir los puertos de Valencia y de Santander por tren, para dar salida a los productos del interior de la Península en pocas horas, habida cuenta de que por vía marítima tardaba una semana un barco mercante en unir los dos puertos. En resumidas cuentas, el trayecto férreo se quedó tan sólo a 63 kilómetros de Santander, en Cidad de Valdeporres, después de haber perforado el Túnel de la Engaña, de 6.976 m de longitud y en el que se emplearon 19 años de trabajo. Para llorar.

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