jueves, 6 de octubre de 2011

Con fecha de caducidad


La propuesta de la izquierda mexicana para que los matrimonios recién constituidos tengan una vigencia de dos años a partir del momento del inicio de contrato, es decir, del día de la boda, además de ser una forma de ahorro para los cónyuges, liberaría de ciertas cargas económicas a los contrayentes, es decir, ahorrarían ambos el soporte de las tremendas minutas que presentan abogados y procuradores. Lo que sucede es que, contado así, más que una noticia parece la lectura de un sobrio artículo de Julio Camba. Los legisladores izquierdistas mexicanos parecen gente práctica. En España, donde sólo pueden divorciarse los ricos con cierta dignidad, ya ha quedado suficientemente demostrado que los matrimonios funcionan no del todo mal todos los meses del año excepto en el mes de vacaciones y en periodo navideño. El secreto para la duración en el tiempo de un matrimonio, al menos por estos pagos, consiste en que la pareja se vea poco. Ya dejó claro Cela que los matrimonios funcionan mejor cuando cada uno de los miembros de la pareja vive en distinta diócesis. Pero, ¡ay, ese mes de supuesto descanso! A fuerza de estar todo el día viéndose las caras, el dúo termina por convertir el descanso en un infierno. En periodo navideño, también. En esa cena de Nochebuena todo va moderadamente aceptable hasta que un cuñado bebe más de la cuenta, se pone borde y la caga. Sartre también fue consciente de que el infierno son los demás y de que basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera. Sólo a la Iglesia católica le interesa que el matrimonio no tengas fecha de caducidad, que sea indisoluble y que dure “hasta que la muerte los separe”. Tal vez por esa razón los obispos, canónigos, curas y demás ralea, es decir, los funcionarios del Cielo que administran los sacramentos de esa Iglesia, permanecen célibes de forma vitalicia. Nos ganan la partida por la mano. Dejó escrito en “Camino” Escrivá de Balaguer, otro que tal baila, que “más vale estar casado que quemado”. Hay mucha gente que ambiciona que obremos a su antojo y, a poder ser, que nos comportemos como ovejas para ser maniobrados, haciéndonos sentir culpables de no sabemos qué a cada paso que damos.

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