jueves, 3 de noviembre de 2011

¿Y la huella ecológica, qué?


Hace ya unos cuantos años, Isaac Asimov se permitió mensurar el peso de todo el Universo, es decir, desde el peso de una mosca hasta el peso de una galaxia. La lectura de “El peso del Universo” me pareció fantástica. Hoy, sin ir más lejos, a dos escritores les ha dado por hacer ciertas consideraciones con respecto a los 7.000 millones de seres humanos habitantes del planeta Tierra. Y lo han hecho en el mismo medio, La Gaceta. Así, tanto Ramón Pí como José Javier Esparza minimizan el conjunto de la población mundial que tanto alarma a los catastrofistas hasta reducirlo a espacios “de corto recorrido”. De nada sirven para ambos periodistas las viejas teorías de Malthus, aquel clérigo anglicano del siglo XVIII. Ramón Pí cuenta a sus lectores que “los siete mil millones de seres humanos existentes en el mundo cabríamos en un cuadrado de 84 kilómetros de lado sin tocarse, a metro cuadrado por persona”. José Javier Esparza lo enfoca de otra manera (y no precisamente por el hecho de que lleve un parche en el ojo) para llegar al mismo punto de partida que su colega de medio, y pone otro ejemplo: “Si a cada uno de los 7.000 millones de seres humanos que habitan hoy la Tierra le diéramos una casa con amplio jardín y los pusiéramos a vivir juntos -pongamos 1.000 metros cuadrados a cada uno-, toda la población del mundo cabría en Australia, con el resto del planeta vacío”. Visto así, no parece que debamos preocuparnos demasiado por el aumento demográfico. No cabe duda de que ambos periodistas del búnker se mueven por los ambientes pijos de Madrid y no se enteran de lo que acontece en Las Baranquillas, la Cañada Real, Las Mimbreras, o el Pozo del Tío Raimundo. Yo conozco pisos en Zaragoza de 50 metros cuadrados donde conviven treinta inmigrantes subsaharianos y, a pesar de la incomodidad que ello supone, por nada del mundo desearían volver a sus lugares de origen. Tanto Ramón Pí como Esparza desconocen el concepto de huella ecológica, es decir, el terreno que se necesita para producir energía, nutrientes, gestión de residuos, etcétera. Estoy seguro de que si hiciéramos caso a Esparza y nos desplazásemos todos los seres humanos a nuestro jardín de Australia, pronto aparecerían unos “listos” que enviarían a unos “tontos” a otros lugares del resto del mundo ya deshabitado aunque míticos, a un nuevo El Dorado, para que trabajasen para ellos a cambio de una vida miserable. Y volveríamos a las mismas; o sea, yo a La Moraleja y tú a un poblado chabolista. La cuestión no es cuántos viven en la Tierra sino cómo se reparte la riqueza.

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