martes, 17 de enero de 2012

Fraga


Ahora que se ha muerto Manuel Fraga, casi todos los periódicos elogian su figura política. Yo no sé si, como se afirma, llevaba el Estado en la cabeza. Quizás sea una exageración. No cabe duda de que fue un hombre culto, un político de primera línea y, posiblemente, una persona honesta en sus quehaceres. Pero habría que recordar a aquellos que ahora sacan el incensario de paseo que, además de las luces, también hubo sombras. Por ejemplo, lo referente al caso de tortura y posterior fusilamiento de Julián Grimau, el cómico baño en Palomares, los sucesos de Vitoria y el desastre derivado de una romería con tintes monárquicos en Montejurra. Grimau, detenido en Madrid por la Brigada Social, fue llevado a la Casa de Correos (Puerta del Sol) y torturado al más genuino procedimiento de la siniestra Gestapo. En un momento dado, esposado por delante, fue lanzado por la ventana desde un segundo piso. Como resultado de ello, Grimau se rompió la cabeza y ambas muñecas. Más tarde sería fusilado y rematado por un teniente de dos tiros de pistola el 20 de abril de 1963. Fraga, entonces ministro de Información, vino a decir a los medios informativos que “Grimau recibió (en la Casa de Correos) un trato exquisito y que en un momento del interrogatorio se encaramó a una silla, abrió la ventana y se arrojó al vacío de forma inexplicable y por voluntad propia”. Lo de Palomares es de libro. Un 17 de enero de 1996, tal día como hoy, colisiona un CK-135 cisterna con un B-52 provisto de bombas termonucleares Mark-28, de 1’5 megatones cada una. Dos de aquellas bombas quedaron intactas, una en tierra y la otra en el mar Mediterráneo. Las otras dos cayeron sin paracaídas. Una, en un solar del pueblo; la otra, en una sierra próxima. Ambas se rompieron. La que había caído en el mar tardó 80 días en recuperarse. Como resultado de las fisuras de las bombas caídas en el solar y en la sierra se formó un aerosol y una nube de partículas compuesta por óxidos de elementos transuránicos, además del tritio que se vaporizó al romperse el núcleo. El 29% de la población de Palomares presentaba trazas de plutonio radiactivo en su organismo. Todo ello se silenció. Para quitar miedo al asunto, se practicaron dos baños: el primero, en Mojácar, en el que se bañó el embajador americano Angier Biddle Duke y alguno de sus acompañantes; el segundo, en la playa de Quitapellejos, en Palomares, donde el embajador se bañó esta vez acompañado por Fraga. Lo cierto es que una quinta bomba nunca apareció y que, además de ello, la zona de Palomares sufre ahora y sufrirá durante varios miles de años las consecuencias de aquel accidente aéreo. La represión franquista, donde Fraga formaba parte del Gobierno en calidad de ministro de Información, castigó más tarde a quienes pretendían airear la noticia. Los sucesos de Vitoria, de 3 de marzo de 1976, acontecieron siendo Fraga ministro de la Gobernación con el Gobierno Arias, cuando la Policía Armada cargó de forma desproporcionada contra unos huelguistas refugiados en la iglesia de San Francisco, de Asís en el barrio de Zaramaga, en Vitoria. El resultado de ese abuso de autoridad fue el asesinato de cinco huelguistas: Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas, de 27 años; Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años; José Castillo, de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, de 32 años. Dos meses después moriría Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años. O sea, dos obreros muertos en el lugar de los hechos, cuatro heridos muy graves de los cuales tres morirían, y varios heridos más, algunos con herida de bala. Aquel jueves, como no podía der de otra manera, el Secretario General del SPD de Alemania cancelaba la entrevista con Fraga que participaba en una campaña diplomática para vender internacionalmente una reforma avalada por la monarquía. La romería de Montejurra terminó el 9 de mayo de aquel mismo año como el rosario de la aurora. el denominado búnker franquista, que aún controlaba los resortes del Estado y los sectores ultraderechistas del carlismo, agrupados en torno a Sixto de Borbón-Parma, hermano del pretendiente carlista Carlos Hugo y enfrentado a él, preparó una operación violenta contra el Partido Carlista y los seguidores de Carlos Hugo para promover la "entronización" de Sixto como líder del carlismo. En dicha operación, en la que tomaron parte también mercenarios neofascistas italianos y argentinos, grupos armados de partidarios de Sixto de Borbón abrieron fuego de forma premeditada, sin que mediara provocación, contra los participantes en la romería. Resultaron muertas dos personas (Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos), y hubo varios heridos. Curiosamente Fraga también estaba ausente. Ahora se encontraba en Venezuela. No hay que olvidar dos cosas: una, que los asesinos, en este caso, se aprovecharon de los beneficios de la Ley de Amnistía y que al año siguiente salieron a la calle; y, dos, que el acto había sido autorizado por el Gobierno al considerar el ministro de la Gobernación, Manuel Fraga, que la prohibición del acto podría ser más negativa que su celebración. Un dato curioso: Rodolfo Eduardo Almirón, ex miembro de la Triple A argentina, que posteriormente sería jefe de seguridad de Alianza Popular y guardaespaldas personal de Manuel Fraga durante los últimos años de la década de 1970 y primeros de la década de 1980, y Stefano Delle Chiaie, terrorista de ultraderecha italiano con vínculos con la organización anticomunista de la OTAN, estaban presentes en Montejurra aquel día. A Fraga se le atribuye haber dicho por esas fechas luctuosas la frase “La calle es mía”. ¿También los muertos?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

josé antonio zarzalejos altares, director general de seguridad adjunto del 3 de marzo de 1976

J.R:Miranda dijo...

¿...y?

J.R.MIRANDA dijo...

El accidente de Palomares tuvo lugar el 17 de enero de 1966. Perdonen el lapsus.