jueves, 1 de marzo de 2012

Chicharro


Llevo unos días haciendo referencia a cuestiones culinarias, pero hoy no deseo escribir sobre el jurel sino de otro “pez gordo” de las FAS, o sea de Juan Chicharro Ortega, general de división de Infantería de Marina e hijo del general honorario, simpatizante del carlismo y expresidente de la Hermandad Nacional de la División Azul, Juan Chicharro Lamamié de Clairac, quien señala en las páginas de “República.com” lo siguiente: “Todos los años un elevado número de oficiales de los ejércitos cesan en el servicio activo y pasan a una situación administrativa denominada Reserva. No se trata de una jubilación pues ésta se produce al pasar a la denominada como Retiro, tal como establece la Ley de la Carrera Militar, al cumplir 65 años. Un grupo de hombres que no alcanzan los sesenta años y quienes en plenitud de facultades se encuentran después de una vida plena de actividad en una situación de paro forzoso”. Lo que cuenta Chicharro es cierto. Nada que objetar. Pero un poco más adelante, en su artículo, pretende, o al menos a mí así me lo parece, que esos militares en “paro forzoso” pueden dedicarse todavía a cuestiones de índole civil. “La sociedad industrial –dice Chicharro- podría encontrar en este grupo de personas una cantera de dirigentes con capacidad de aportar cualidades muy beneficiosas para sus empresas”. Queda claro que con motivo del 475 aniversario de la Infantería de Marina, Chicharro se “ha venido arriba”, como los toreros de postín, y ahora sugiere que los herederos de aquellos arcabuceros creados por Carlos I y asignadas como Compañías Viejas del Mar de Nápoles en 1537, cuando se encuentren por edad en “paro forzoso” puedan dirigir empresas civiles, por aquello de que “son hombres acostumbrados a mandar unidades y a administrar recursos”. En tiempos de Franco, a las viudas de ciertos ilustres militares que habían luchado en el bando triunfador se les asignaba un estanco para que pudieran sobrevivir con cierto decoro. Es evidente que los sueldos en activo de sus difuntos maridos nunca fueron como para tirar cohetes durante el franquismo. Naturalmente, otros vivieron con menos. Pero expender pólizas, cigarros de “ideales” y tabletas de tabaco picado pasó a la historia cuando en 1999 el Estado se desprendió de Tabacalera para hacer caja. De aquella época de prebendas y desafueros ya sólo tenemos el vago recuerdo de “La estanquera de Vallecas”, película que había dirigido Eloy de la Iglesia en 1987 con la actriz Emma Penella (hija de Ramón Ruiz Alonso, el malnacido obrero tipógrafo que se dirigió a la casa de Luis Rosales un 16 de agosto de 1936 para detener a García Lorca) como protagonista. A Juan Chicharro yo le sugeriría que, una vez jubilado, se dedicase a contarles a sus nietos las aventuras y desventuras del abuelo Cebolleta, que dan mucho juego, o las aventuras y desventuras por él contadas en una “Tercera” del diario “ABC” (17 de julio de 2010) sobre el heroísmo de la 250 División en Rusia, la muerte de dos tíos paternos en combate, su exaltación hacia la figura del general Muñoz Grandes, etcétera, y dejara paso franco (gracias a Dios sin Franco en el recuerdo) a esas nuevas generaciones de licenciados universitarios, que los hay con muy buena preparación. A los militares de carrera, una vez retirados, les queda hoy una magnífica pensión, cosa de la cual me alegro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días:

Opino que es muy injusta su propuesta de excluir a un colectivo social únicamente por prejuicios respecto a su procedencia. Creo que el general escribe precisamente contra esa idea y que se ha quedado corto al "pecar" de prudente.

Por otra parte, es evidente que el general Chicharro (como otros muchos militares que han escrito artículos similares) siempre ha sido extremadamente cuidadoso en desligar lo que es la glosa de los valores militares que envolvieron determinados hechos de armas, con respecto al entorno político o ideológico en que se desarrollaron.

Un saludo