lunes, 12 de marzo de 2012

Sin capacidad de reacción


Aunque la Derecha, representada en tres personas distintas (Rajoy, Cospedal y Pedro Jota pero en un solo dios verdadero: La Vieja Dama) y determinados plumillas insoportables de la prensa de la caverna, se hayan alegrado con la aparente “muerte” del diario “Público” en edición de papel tras 1599 días en el quiosco, el que suscribe se alegra de que el papel de “Público” continúe vivo en las redes sin ningún signo de catalepsia. Como decía Jesús Maraña, “envolver el pescado o un bocadillo siempre fue un uso un poco cutre del venerable periódico. La tinta mancha”. Descubran los lectores de rancio periódico de butacón y batallitas a los nietos si “Publico”, ese periódico-río, sigue o no vivito y coleando en la red. Arturo González, en “La angustia permanente”, señala que “España es el país de la Unión Europea con mayores diferencias de renta; hay 11,5 millones de españoles pobres, y los que no lo somos hemos disminuido nuestro bienestar económico en al menos un 30%; los bancos se pelean por repartirse el botín de Cajas de Ahorros y bancos débiles; y entre las personas más ricas del planeta, en tiempo de crisis feroz, figuran 16 españoles, cuando el año pasado eran 14. (…) Lo que ha ocurrido es que la derecha ha sido y es implacable y exterminadora, y la izquierda ni siquiera sabemos en qué consiste. Lo que ocurre es que unos están arriba, y otros abajo, en el diván de la angustia, en el miedo a lo que va a venir. No se puede vivir así, y los políticos que lo patrocinan son indignos. La gente está cansada, manipulada, apática, triturada, derrotada, asustada, sin dinero, con sensación de pobreza, con miedo, sin posibilidad de hacer nada, sin capacidad de reacción, agazapada en su casa esperando a ver qué pasa”. Para Agapito Maestre, sin embargo, no pasa nada. Este “iluminado” columnista señalaba el pasado viernes en “Libertad Digital” que “si las nuevas generaciones de políticos del PP tienen como referencia a Fátima Báñez, entonces los españoles pueden respirar con tranquilidad”. ¡Ándele, ándele! España no es que se haya vuelto de derechas, es que ya lo era. Cuarenta años de franquismo no se borran con “Tipp-Ex” por darle a Felipe González la mayoría absoluta, como se hizo en el 82, por la curiosidad de ver qué pasaba aquí con un gobierno de “rojos”, que luego resultaría, ¡oh, decepción!, que no gobernaban unos rojos comecuras sino unos moderados socialdemócratas que se iban a cargar los Altos Hornos de Vizcaya. Muchos de aquellos españoles, que habían votado a FG y se sentían más demócratas que nadie, eran los mismos tipos que habían llenado la Plaza de Oriente vitoreando a Franco en septiembre de 1975 tras las últimas ejecuciones sumarísimas, mientras que los ciudadanos de la Europa verdaderamente democrática, los que conocían el percal, se “hacían carne”, se transustanciaban en “El Grito” de Edvard Munch. Los sosegados europeos, con dos guerras mundiales a sus espaldas en sólo un siglo, eran conscientes de que aquellos energúmenos del otro lado de los Pirineos, los de la boina y la maleta de madera en los andenes de las estaciones de Frankfurt o Stuttgart, eran ahora, en octubre de 1982, los gañanes asistentes a un guateque de vino, rosas y échame una mano, prima, que viene mi novio a verme, que se desgañitaban escuchando a un crecido Alfonso Guerra cuando afirmaba eso de que “a España no la va a reconocer ni la madre que la parió”. Eran los mismos ganapanes intonsos, por qué no decirlo, que habían desfilado sólo dos meses más tarde por el Salón de Columnas del Palacio Real para estirar el brazo a la romana y hacer la última genuflexión de sometimiento al mayor genocida español de siglo XX. Ahora resulta que “es normal” que España sea azul y que el albatros, que no la gaviota, sobrevuele la Península y el islote de Perejil con la grandeza del águila rampante y blasonada de san Juan. De hecho, ya hay varios pueblos que no desean que de su nombre se quite la coletilla evocadora del dictador. En Guadiana del Caudillo está caliente todavía una consulta popular donde se ha decidido no truncar el nombre del pueblo. Antonio Pozo, alcalde del PP, ha dejado claro que “siempre se ha llamado así y así debe seguir”. Amén. Y el colofón es que el príncipe de Asturias ha recibido en esta mañana de lunes audiencias en el Palacio de El Pardo vestido con uniforme de teniente coronel del Ejército del Aire. Como en el nodo. Para mí que pronto le veremos inaugurando pantanos.

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