martes, 10 de abril de 2012

Armas de juego


Nos enteramos hoy de que el nieto mayor del rey ha sufrido un accidente de escopeta en la finca soriana de Garejo en Garay, propiedad de la familia Marichalar, con resultado de herida en el pie derecho. La pregunta que nos hacemos muchos españoles es la siguiente: ¿disponía el hijo mayor de la infanta Elena, con sólo trece años de edad, de la correspondiente licencia de armas? Las escopetas las carga el diablo. Y las pistolas también. Las armas de fuego nunca deben ser armas de juego, porque se empieza jugando y se termina llorando.Quizás sea inoportuno, aunque necesario, tener que recordar ahora lo que sucedió en Estoril un 22 de marzo de 1956 durante unas vacaciones de Semana Santa, cuando Juan Carlos de Borbón mató por accidente a su hermano Alfonso con un revólver “Long Automatic Star” de calibre 22 de un tiro en la cabeza. Tampoco se entiende qué pintaba aquel revólver en casa de Juan de Borbón. Curiosamente, Jaime de Borbón y Battenberg, duque de Segovia y hermano mayor del conde de Barcelona, que había renunciado a los derechos dinásticos en 1933 y que en 1949 declaró nula su renuncia, aprovechó de forma miserable el accidente con resultado de muerte de Alfonso de Borbón para solicitar que se llevase a cabo una investigación judicial. Como señalaba “El País” aquel viernes, 16 de octubre de 1992: “treinta y seis años después de su muerte, el cadáver del infante Alfonso ha sido exhumado en Portugal y trasladado a Madrid para recibir sepultura en El Escorial. El pasado miércoles, sus restos mortales fueron desenterrados en el cementerio de Cascais (Portugal) en presencia del jefe de la Casa del Conde de Barcelona, el duque de Alburquerque, y del embajador español en Lisboa José Joaquín Puig de la Bellacasa, para a continuación ser trasladados por carretera hasta Madrid. La noche del jueves al viernes el féretro se guardó en el madrileño palacio de El Pardo”. Pero, en el caso que nos ocupa ahora, comenta “El País” que “debido a que estaba apuntando hacia abajo y al ser muy corto el recorrido, los perdigones no han llegado a salir del cartucho”. Me va a perdonar Mábel Galaz, autora de esta información; pero, cuando se dispara un arma de fuego, la percusión sobre el estopín hace que la carga de proyección (la pólvora) produzca la fuerza necesaria como para lanzar al espacio el proyectil o, en este caso, los perdigones. Es como si la redactora Galaz nos dijera que la señora X sólo estaba un poquito embarazada. En fin, se ve que no hizo la mili. En resumidas cuentas, la vida de Froilán Marichalar está fuera de peligro, de lo cual me alegro; y la noticia ha trascendido a la prensa por tratarse de un accidente “menor” del nieto del rey. Fue peor, ya lo creo, cuando Fraga, invitado a una cacería en una finca de Santa Cruz de Mudela, lanzó un disparo hacia una perdiz y acabó alojando los perdigones en la retambufa de Carmen Franco. Pero esa es otra historia.

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