miércoles, 27 de junio de 2012

Todos al herbolario




Ana Mato es capaz de conocer cuáles son los síntomas de cada enfermedad y qué remedios necesita el ciudadano para atajarlas. Esta señora metida a ministra de Sanidad sin saber por dónde le viene el aire, sugiere que para algunas enfermedades es mejor utilizar remedios caseros o, como ella dice, “remedios naturales”. Es decir, que uno sufre en silencio hemorroides, pues nada mejor que untarse el ojo que no ve con una hoja de alcachofa de Corella; que uno sufre un orzuelo, nada como usar unas gafas de sol adquiridas en las tiendas de los chinos; que uno tiene anginas, copita de “calisay” en desayuno, comida y cena, etcétera. Tenemos que cambiar la cultura de la receta médica para todo por la visita al herbolario de la esquina. Recuerdo que,  ejerciendo mi padre de médico, solían venir por casa representantes de farmacia que, curiosamente, siempre llamaban al timbre de la puerta a la hora de comer. Sabían que a esa hora le pillaban. Enseguida sabíamos todos los miembros de la familia, incluso el perro Igor, que se trataba de un “pastillero”. Se le pasaba a una salita y esperaba paciente a que mi padre terminara de comerse la fruta o el flan chino “Mandarín”. El “pastillero” en cuestión, tras soltarle a mi padre un rollo macabeo para que pudiese hacer bien la digestión sin la ayuda de una pastilla de “Almax”, le hacía entrega de varias muestras gratuitas de aquel específico sobre el que hacía mucho hincapié a la hora de exponer sus virtudes. Pero lo que más ponderaba el “pastillero” era que el fármaco estaba “incluido en el petitorio del SOE”. De hecho, en nuestra casa había todo un armario ropero rebosante de muestras gratuitas de venta prohibida y que servían lo mismo para un roto que para un descosido. Algunas de aquellas medicinas eran inyectables y extremadamente dolorosas, como el “Hepal crudo”; otras, de gran alivio, como el “Laxen Busto”; y algunas, de agradable sabor, como el “Tosidrín” o el “Hipofosfitos Salud”,  famoso “reconstituyente contra la debilidad general, anemia, agotamiento nervioso, inapetencia, raquitismo y síntomas consuntivos”. ¿Acaso conocerá Ana Mato el amplio espectro del “Hipofosfitos Salud”? ¿Habrá oído hablar alguna vez  Ana Mato del “Salvarsán” y del “Aceite inglés”? Si los ignora, tampoco ha leído a Cela. Ana Mato, que sabe distinguir, según parece, entre enfermedades con “síntomas menores” y  enfermedades “de cuidado”, debería estar al tanto de que, como bien señalaba don Camilo José, “una vez, un pedagogo confundió el culo con las témporas y lo preñaron”. Por otro lado, esta esperpéntica señora podría dar lecciones magistrales en la Academia de Medicina. Para ello, nada mejor que nombrar a la actual ministra de Sanidad académica de número y trasladar a la Academia el aula completo donde fray Luis de León exponía sus clases en Salamanca, con su púlpito, el asiento adosado para que Celia Villalobos, otras que tal baila, pudiese repetir la lectura de la lección del día; los bancos corridos de la derecha, reservados para Rajoy y sus asesores; los bancos y mesas del centro, para que se sentasen en función de la clase social: primero los nobles, detrás los colegiales que viven en colegios mayores, detrás los camaristas que viven apretados en un piso, detrás los pupilos que viven en casa de los profesores mal pagados; y más atrás los “capi gorrones”; es decir, los miembros de la Tuna, con derecho a pataleo. Por otro lado, el presidente de la Organización Médica Colegial Juan José Rodríguez Sendín, cree (según leo hoy en El País”) que “el nomenclátor se tiene que recortar por algún lado. Algunos de los fármacos que Sanidad propone retirar de la lista de financiados apenas se usan o tienen un valor terapéutico obsoleto, como los que aparecen dentro de la categoría de tratamientos del deterioro cognitivo asociado a la edad". Juan José Rodríguez Sendín, como médico de Familia que es, debería saber que el deterioro cognitivo de algunas personas aparece a partir de los cuarenta y cinco años. Y no deseo apuntar a nadie, aunque ganas no me faltan.

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