martes, 3 de julio de 2012

La mosca negra




Si les digo la verdad, a los hombres de negro,  a esos “Men in Black” de los que habla Cristóbal Montoro y que acechan a Rajoy, todavía no los he visto por la calle. Bueno, me he topado por la zaragozana calle de san Gil con un grupito de hombres vestidos de negro, pero no eran esos tipos que llevan en la mano la tijera de Merkel sino unos curas en clerimán asomando por la bocamanga cuatro dedos de puños de camisa blanca y unos gemelos de muchos quilates. Eran los hombres de negro de la Prelatura Apostólica de la Pasta Gansa. Ante ciertas apariciones inesperadas, conviene que tocar madera por si las moscas. Pero hay otros hombres de negro a los que también convendría mantener a distancia. Ante su presencia es mejor cambiar de ciudad y, si es posible, hasta de diócesis. Contaba Manuel del Pozo hace alrededor de diez días en un espléndido artículo en “Expansión” que “tenemos que evitar caer en las garras de nuestros particulares hombres de negro. Detectarlos es fácil. Es ese tipejo de la oficina que cuando vuelves de tus vacaciones en Roma te pregunta si has visitado la iglesia San Luigi dei Franchesi. Tú caes en su trampa como un bendito y le dices que no, que has visitado ciento y una iglesias, pero que ésa no. Ya te ha pillado. ‘¡Qué lástima! –te dice eufórico el tocapelotas de turno– porque es una de las mejores y cuenta con varias obras maestras de Caravaggio’. En ese momento te sientes tan gusano que asesinarías hasta al pobre Caravaggio”. Pero este verano ha aparecido por Zaragoza la mosca negra. Según detalla Antonio Nadal hoy en “El periódico de Aragón, “debería estar entre nuestras principales preocupaciones, detrás del paro, la situación económica y los políticos. No es un enemigo menor, aunque sea pequeño (…) La mosca negra muerde, desgarra la carne y te envía a urgencias. Libera una sustancia anestésica, un vasodilatador y un anticoagulante. (…) Te abre la carne, te anestesia para que no te enteres mientras realiza la operación, te dilata las venas para succionar más sangre e impide que coagule en el momento de succionarla. Cuando te enteras ya está hecho el mal”. De Guindos nos dibuja un negro panorama de recesión, un oscuro túnel donde no se vislumbra el final. La última reforma laboral no produce datos positivos, con lo que se demuestra que las empresas siguen sin ser competitivas. El sueño de los empresarios era suprimir la rigidez en los despidos laborales. Se suponía desde la Patronal, además, que todo marcharía mejor generalizando los “minijobs”. En su día, el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors o Felipe González mostraron su apoyo a este tipo de contratos.  Ni por esas. Eurostat es el espejo en el que nos miramos. Falta el hachazo del IVA para rematar nuestra situación de ruina.

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