jueves, 26 de julio de 2012

"Rigoletto"



El verano es tiempo de descanso, aunque este año un hartazgo político y económico encharca toda la prensa y produce un aburrimiento espantoso al sufrido lector. No se puede estar sentado en el sillón de mimbre de un balneario leyendo lo que Rato cuenta en el Congreso sobre su gestión en Bankia, o si se desploman las acciones de Telefónica por no pagar dividendos. Ya se sabe que España está laminada. En verano lo que pide el cuerpo es leer novelillas, tomar un fresco blanco “verdejo” de Rueda y charlar con alguien que tenga conversación, cosa difícil de encontrar en estos tiempos. Hoy, miren ustedes por dónde, haré referencia al librito “Santander fin de siglo” que J.M. Gutiérrez-Calderón publicó en 1935. Dentro de ese librito, de poco más de doscientas páginas, se hace referencia a un personaje muy popular en Santander durante el último tercio del siglo XIX. Me refiero a Clemente Luis García Mazariegos, más conocido como “Rigoletto”, nacido en octubre de 1878 en la calle Cervantes. Era hijo de un ordenanza de Telégrafos. Cuando tenía sobre 13 ó 14 años, aprovechado unas vacaciones escolares solía colarse en el Circo Ferroni, que durante las fiestas de Santiago estaba asentado en la Segunda Alameda. Hizo simpatías con los empleados del circo y le encargaron que cuidase de un burrito llamado “Rigoletto”. Aquel burrito salía todas las tardes a la pista para lucir ciertas habilidades. Es caso es que a Luis terminaron los santanderinos por apodarle con el nombre del animal. Terminadas las fiestas patronales se levantó el circo y Luis decidió marcharse con domadores, payasos y trapecistas. Pero su padre lo reclamó y, a los pocos días, Luis era detenido y devuelto a la casa paterna. Trabajó como aprendiz  en la hojalatería de Wünchs, situada en la Primera Alameda. En cierta ocasión, él  y otros muchachos levantaron en un solar de la calle Burgos una especie de cobertizo, donde construyeron un globo con trozos de sábanas que no consiguieron hacerle volar. Su padre, harto de su haraganería, lo embarcó como mozo en el trasatlántico “María Cristina”, llegando a La Habana recién declarada la guerra de Cuba. Allí quedaría el barco anclado durante siete meses. Finalmente pudo embarcar en el “Montserrat”, que había burlado el bloqueo y pudo llegar a Santander con la  fiel compañía de “Rigoletto”. Con posterioridad trabajó de camarero en la compañía Transatlántica y se casó por segunda vez. Puesto de acuerdo con otro aficionado a la aerostática, Agustín Echevarría, ambos decidieron trabajar en México. Embarcaron en La Coruña en el vapor alemán “Ipiranga”, con “Rigoletto”  escondido de polizón en la caja del globo que llevaba Echevarría. Trabajaron de “clowns” en Veracruz, en el teatro Olimpia. Además de ello, hicieron ascensiones en globo. En una de aquellas ascensiones quedó Luis malherido. Lo pasó mal, hasta que José de Oyalbide se apiadó de él y le permitió regresar a España a bordo del “María Cristina”, barco que él gobernaba. Hizo la travesía de camarero. Ya en Santander, ejerció de puntillero en novilladas, pintaba platos que luego vendía, volvió a navegar de camarero, etcétera, hasta que embarcó en el vapor alemán “Hammonia”, que naufragó a la salida de Vigo, siendo recogido como náufrago por un vapor inglés que le llevó a Reino Unido. Años más tarde decidió regresar a Santander. Y ahí aprovechaba las fiestas de los pueblos para hacer ascensiones en globo. Hasta fue contratado por el Ayuntamiento para las fiestas de Santander con suerte desigual. Como cuenta Gutiérrez-Calderón en su libro, “No volví a verle. El 16 de agosto de 1932 -pronto hará ochenta años- moría inesperadamente, efecto de una embolia, a los cincuenta y cuatro años de edad”. Lo que nunca llegué a saber, porque no se cuenta en el libro, es cómo terminó sus días el burrito “Rigoletto”.

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