viernes, 17 de agosto de 2012

La batamanta



Mi conocido de bar, Protasio, está empeñado en que le traiga de Madrid una  batamanta. No dispone de calefacción en su vivienda y, como es muy previsor, desea agenciarse de una de cara al  invierno. Protasio la ha visto anunciada en “La tienda en casa” y presume que en Madrid será fácil de encontrar por los alrededores de Preciados. Protasio es un hombre que no para en casa excepto cuando duerme y  he intentado hacerle entender que es mejor una buena manta de Palencia. Pero él, erre que erre, se ha obsesionado con las supuestas virtudes de la batamanta. “Es que, ¿sabes?, viendo el programa de Íker Jiménez los domingos por la noche me quedo como un chupito”. En fin, ya veré lo que puedo hacer. Protasio parece hombre de ideas claras. Le encanta la ufología, beber anís “Manolete”, los corridos mejicanos,  pringarse el pecho con ungüento mentolado “Vicks Vaporub” para limpiar los mocos de la traquea y untarse la minga una vez por semana con violeta de genciana, a la que atribuye espléndidas propiedades y es -según me comenta- un tratamiento barato para las infecciones con hongos. Me dice que en Salou se aburrió de lo lindo, todo el día en la playa debajo de la sombrilla. Me comenta que ha leído en “El País” que el incendio de La Gomera se esconde bajo tierra. Está convencido de que ese podría ser un gran tema de debate en “Cuarto Milenio”. Protasio, mi conocido de bar, me da a entender que la isla de La Gomera esta aojada. Enseguida aprovecha tal circunstancia para desbordar su imaginación con unas mentiras de adorno.

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