lunes, 13 de agosto de 2012

¡Ya basta de fanfarrias!



A mi entender, el Rey está de vacaciones y puede desplazarse donde le venga en gana. De hecho, el pasado sábado presidía una corrida de toros en El Puerto de Santa María. En este sentido, Alfonso Ussía, escribe hoy en  “La Razón” lo siguiente: “Su aparición en el palco fue saludada por el público portuense con una cerrada, larga y atronadora ovación. Dolorosísima reacción popular para los que llevan un buen tiempo entregados a desprestigiar su persona, su figura y cuando (sic) representa. Entre otras cosas, El Rey representa la unidad de España, y eso cabrea a muchos. (…) En el verano suceden estas cosas. Unos van, otros vienen, unos discuten, otros se abrazan, se lía el batiburrillo y el Rey se baja hasta El Puerto de Santa María para recordarnos, en aquel maravilloso lugar, que seguimos siendo España”. Hombre, no hace falta que el Rey se baje  hasta la provincia de Cádiz para recordarnos las lindes por el Sur de nuestro país. Por cierto, Ceuta y Melilla quedan más abajo, forman parte de España y tanto ceutíes como melillenses esperan impacientes a que algún día el Jefe del Estado se arme de valor y visite ambas Plazas de Soberanía con la misma naturalidad  con la que visita la isla de Mallorca. Pero no era mi intención opinar sobre los desplazamientos del Rey ni hacer comentarios sobre aquello que escribe Ussía en un periódico que no compro. Sin embargo, aprovecho ambas circunstancias, o sea, la corrida de toros en El Puerto presidida por el Rey y la última columna del sobrino del militar golpista Milans del Boch, para llamar la atención sobre algo que Ussía se ha dejado en el tintero al optar por sacar  a pasear el incensario en beneficio de alguien, en este caso del Rey, al que no le convienen ciertos humos de botafumeiro para su salud ni necesita de aduladores compulsivos. Decía Borja Cobeaga [“El País”, 17.10.2010] que “mucho más peligrosos que los palos (en este caso, que los humos de incensario) son los halagos. Que te doren la píldora puede ser mortífero”. Aprovecho, digo, para señalar que junto al Rey, en aquella corrida de toros, se encontraba el ministro de Agricultura y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete. Tal hecho hubiese carecido de importancia en circunstancias normales. Pero el pasado sábado España ardía por los cuatro costados, es decir, en Canarias, Andalucía, Castilla-La Mancha, Galicia y Alicante. Y en esos incendios perdían la vida dos brigadistas. Arias Cañete dice que actuaba de ministro de jornada y que “había seguido instrucciones de Presidencia para acompañar al Rey”. No me convencen sus declaraciones. Arias Cañete, responsable del Ministerio de Medio Ambiente, no estaba en el sitio adecuado en el momento adecuado. Una cosa es que el Rey se baje hasta El Puerto de Santa María  para recordarnos -como dice Ussía- que seguimos siendo España y otra cosa muy distinta es que Arias Cañete actúe con absoluta irresponsabilidad y desdén ante el sufrimiento de los ciudadanos que le pagan su sueldo de ministro. No se puede ni se debe estar todo el puto día celebrando el cumpleaños de la Pepa mientras España arde y los ciudadanos se angustian. ¡Ya está bien de tanta fanfarria!

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