lunes, 3 de septiembre de 2012

El rostro como espejo



Se cuenta que, en cierta ocasión, la policía detuvo a tres raterillos callejeros después de haberse cometido un hurto de escasa cuantía. Los presuntos ladronzuelos fueron conducidos a comisaría para llevar a cabo el correspondiente atestado. Más tarde, la víctima del escamoteo no fue capaz de señalar en rueda de reconocimiento a ninguno de los rufianes. Entonces, el comisario, ordeno dejar en libertad a dos de ellos. Al tercero le obligó a que se sentase en una silla hasta que dijera la verdad. El raterillo, indignado, le preguntó al comisario la razón para que a él no le dejara en libertad. “A usted -le dijo muy serio- no le he dejado marchar porque tiene cara de malo”. Ignacio Romero de Solís, VI marqués de Marchelina, es un fino periodista que, entre otras cosas, ocupó en la década de los 80 el cargo de director del Centro Regional de Televisión Española en Andalucía, con sede en Sevilla.  Ignacio Romero de Solís fue, antes de eso, asesor del ministro de Hacienda, Jaime García Añoveros, al que orientaba desde una oficina de ese Ministerio, antes ocupada por inspectores, y situada en las proximidades de la Catedral. Desde  dicha oficina facilitaba al ministro Añoveros diariamente un resumen de la presa sevillana. Ignacio Romero de Solís contaba que, en Sevilla, aparecieron de pronto en la Plaza del Salvador doce motoristas, todos ellos sin el casco protector obligatorio. Un guardia que patrullaba por  la zona se dirigió a uno de aquellos motoristas y sacó del bolsillo la libreta para multarle. El motorista, muy indignado, le preguntó al guardia el motivo por el que no sancionaba de igual manera al resto de moteros. El guardia, sin cortarse un pelo, le contestó tajante: “Le voy a multar a usted porque tiene pinta de ser el único que la va a pagar”. Como pueden observar, es necesario poner en práctica el “sentido” de la intuición aunque a veces falle, de la misma manera que se puede estar ausente estando presente. El error no se convierte en equivocación hasta que te niegas a corregirlo.


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