sábado, 15 de septiembre de 2012

Oxidación




Le preguntaba Mariló Montero a Anne Igartiburu si creía que se encontraba un poco oxidada. Está claro que esa impertinencia está fuera de lugar. Montero, en horas bajas, lo que desea es que se hable de ella, aunque sea para mal. Sabe que se le acaba el contrato televisivo en diciembre y que su pareja pinta menos en el Ente Público que el tonto del paseo en las fiestas patronales.  Les sucede lo mismo a los políticos que han hecho de la política su forma de vida y a todo ese “duquesío” (como decía el mayordomo de los marqueses de Urquijo, según Ussía) que anda suelto y sin collarín  por Madrid y que no sabe cómo “robar escena” y en qué postura dejarse fotografiar  y llamar la atención con tal de que en una reunión sobre lo que sea se sirvan canapés y vino de Rueda. Da igual que se trate de la exposición de pintura de un pintor pijo y amanerado residente en el Barrio de Salamanca;  de una conferencia sobre la importancia del subfusil naranjero en la toma de Bilbao por el Tercio navarro de requetés “María de las Nieves”, creado por el teniente coronel Utrilla; o de los efectos perniciosos sobre la salud por la mordedura de la mosca negra. El caso es que haya fotógrafos, que se aparezca días más tarde en  las revistas de la bragueta  haciendo el sándwich, o sea,  entre algún banquero, aunque haya sido degradado por su nefasta gestión en la Caja de Pensiones de Medinaceli, y algún cursi emperifollado y con ventanas a la calle que siempre está presente, saluda a todo el mundo, besa la mano a las señoras y  “hace bolos” en las discotecas vips hasta las siete de la mañana. La oxidación está haciendo estragos en la política, en las finanzas, en los medios informativos, en la Iglesia y en comercio al por mayor y al detall. Sólo se salva de la herrumbre, del cardenillo y del orín el “duquesío” madrileño campante y rampante, aunque más empobrecido y ramplón que nunca. Ese “duquesío” madrileño es de acero inoxidable y, aunque sabedor de sus miserias e incapacidades,  a diferencia de políticos, banqueros, cardenales, empresarios y determinadas rosas de pitiminí, se resiste a morir en la folla.

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