martes, 18 de septiembre de 2012

Se les ve el plumero




Esta tarde ha muerto en Madrid don Santiago Carrillo Casares, un  político que ya forma parte de la historia de España. Fue el único diputado que no se metió debajo del escaño ni demostró cobardía la  malhadada tarde del 23 de febrero de 1981. Tampoco lo hicieron Adolfo Suárez ni el general Gutiérrez Mellado. Ya he contado alguna vez que en cierta ocasión cené con Santiago Carrillo en un restaurante de Zaragoza junto a un grupo de sindicalistas de Comisiones Obreras. No recuerdo lo que sirvieron en aquella ocasión, que todos pagamos a riguroso escote. Pero sí recuerdo lo que cenó don Santiago: una sencilla tortilla francesa y un vasito de agua. A los postres me acerqué a saludarle.  Nunca más tuve el honor de poder hablar con él. Carrillo hablaba pausado y tenía la cabeza muy despejada. Le recordé una vieja fotografía en la que él estaba cogido del brazo de Largo Caballero. “Sí -me dijo sonriente-, aquel día cumplía veintiún años”. Los compañeros de sindicato le tuteaban: “Santiago por aquí, Santiago por allá”. Yo desde el primer momento le traté con un gran respeto y siempre de usted, no sólo por la edad sino por lo que representaba para los españoles que no vivimos la guerra. En cierta ocasión me regalaron el libro “Carrillo miente”, escrito por Ricardo de la Cierva. Es infumable. Me consta que su padre, el abogado y miembro de Acción Popular Ricardo de la Cierva  Codorníu, fue asesinado en Paracuellos de Jarama tras haber sido capturado en Barajas por la delación de un colaborador, cuando trataba de huir a Francia para reunirse con su mujer y sus seis hijos pequeños. Pero de ninguna de las manera puede hacer responsable de ese vil asesinato a Santiago Carrillo, como hace a lo largo de buena parte del libro. El historiador solo tenía 10 años cuando se enteró de la muerte de su padre: “Lo supe justo al día siguiente -cuenta De la Cierva-. Estaba en San Sebastián y me lo comunicó Fernando Roldán, un teniente de artillería que estaba al tanto de todo lo que sucedía en la capital porque tenía hilo directo con Manuel Gutiérrez-Mellado, quien dirigía la quinta columna. Mi padre llegó en la primera madrugada al arroyo de San José, pero que no lo fusilaron hasta las cuatro de la tarde. La tardanza se debió a que los verdugos ejecutaban a los prisioneros en grupos de diez. La angustia tuvo que ser interminable”. Hoy, con el cadáver de don Santiago todavía caliente, determinada prensa de la derecha más rancia vuelve a la carga con el tema de Paracuellos. Y machacan, y machacan… Deberían enterarse quienes hacen este tipo de prensa panfletaria que una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad. La expresión “ni hablar del peluquín” sirve de rechazo categórico a lo que otros afirman. Y  está claro que con determinadas cosas que algunos afirman y publican sin pruebas, aparte de no ser ciertas, sirven para que se les vea el plumero. Se puede hacer bromas recordando el tema de la peluca. A mí también me hizo gracia en su día ver a Carrillo por las calles de Madrid con aquella peluca oxigenada al estilo de Lauren Postigo y que, pasado el tiempo, se la devolvería con todos los honores Rodolfo Martín Villa. Pero no se debe acusar a nadie sin pruebas de las matanzas de Paracuellos. Espero que el tiempo y la historia pongan las cosas en su sitio. Descanse en paz don Santiago Carrillo  Solares, amigo y maestro.

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