martes, 29 de enero de 2013

España no es Holanda




La decisión de la reina Beatriz de Holanda de abdicar en su hijo, el príncipe Guillermo, levanta en España todo tipo de especulaciones y comentarios. Beatriz tiene 75 años, los mismos que el rey Juan Carlos; Guillermo, príncipe de Orange-Nassau, 45, como Felipe, príncipe de Asturias. Pero Holanda no es España ni se le parece por el forro. En Holanda, país rico y democrático, la Monarquía como forma de Estado forma parte de la cultura de los holandeses y tienen perfectamente asumido el papel de la Corona. El caso español es distinto. España es un país hundido en una profunda depresión económica que cuenta con seis millones de desempleados y con una corrupción política impensable en cualquier otro país democrático de nuestro entorno. Por si ello fuera poco, España es un Estado aconfesional donde, inexplicablemente, sigue en vigor un Concordato con la Santa Sede por el que la Iglesia Católica goza de exenciones fiscales y ha recibido sólo en los tres últimos años (entre 2009 y 2011) 1.231 millones de euros en distintos conceptos. No olvidemos que los acuerdos de enero del 79 establecían que la Iglesia debía lograr por sí misma “los recursos suficientes para la atención de sus necesidades”. Pero jamás fue así. La Conferencia Episcopal, que nunca ha considerado como financiación estatal el 0,7% del IRPF,  viene argumentando con su cínica postura habitual y un morro que se lo pisa que son los fieles quiénes aportan esos recursos mediante sus impuestos y que, por tanto, nada deben al Estado. Rouco Varela, por lo que se desprende, sabe latín pero desconoce quiénes conforman el Estado, seguramente por aquello de que su reino no es de este mundo.  En el caso español, además, se da la circunstancia de que no se llevó a cabo a la muerte de Franco un referendo para determinar la forma que deseábamos de ese “nuevo” Estado. No hubo ni plebiscito popular ni Cortes Constituyentes, y la figura del sucesor en la Jefatura del Estado ya estaba señalada de antemano por el dictador desde el 22 de julio de 1969 con base en la Ley de Sucesión de 1947, donde en el artículo 2º le estaba reservado ese derecho. Y el entonces príncipe de España  se vio obligado a tener que jurar los Principios Fundamentales del Movimiento y tragarse muchos sapos para poder reinar, pese a que su padre, Juan de Borbón y Battenberg, jefe de la Casa Real Española, no renunciaría a sus derechos dinásticos hasta el 14 de mayo de 1977 a favor de su hijo, en un acto bastante triste para don Juan en el Palacio de la Zarzuela y no en el Palacio Real, como hubiese sido lo correcto. El caso de España no puede compararse con el de Holanda. En España los reyes mueren en la cama, salvo que te llames Favila y seas hijo de don Pelayo, o sea.

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