jueves, 24 de enero de 2013

No todo vale




Vamos a ver, aún suponiendo que Amy Martin fuese el pseudónimo de Carlos Mulas, ¿dónde está la corrupción? El director de la Fundación Ideas tenía contratada a una escritora, a la que el Partido Socialista retribuía con 3.000 euros por artículo publicado y que resultó, siempre según Jesús Caldera, ser el propio director quien escribía y recibía ese dinero por escribir. A mi entender, no existe corrupción alguna. Si acaso el proceder poco ético de un pícaro que se autoalimentaba económicamente mediante la creación de un autor ficticio, que en realidad era él. Tampoco parece cierto que fuese así.  Caldera, al despedir a Carlos Mulas, ha creído matar a dos pájaros de un tiro, o sea, al director de la Fundación y al columnista que firmaba bajo psudónimo, cosa habitual entre escritores. Pero ahora resulta que Amy Martin es de carne y hueso y esposa de Carlos Mulas, cuyo nombre real se corresponde con el de Irene Zoe Alameda. Y esta señora, la supuesta columnista “fantasma”,  ha aclarado que su marido no sabía nada porque estaban separados. Muy raro todo aunque posible. Y dicho eso, me parece inadmisible que el columnista Alfonso Ussía, en La Razón, escriba hoy que “su padre, ‘Boom-Boom’ Martin, fue la gran estrella del Circo de Filadelfia hasta su fallecimiento”. La señora Alameda, para que se entere Ussía, estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense y en la Universidad de Bonn, se doctoró en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Columbia en Nueva York, donde también cursó un máster. La autora de “Sueños itinerantes” (Seix Barral, 2004) debería merecer un poco de respeto a Ussía, sobrino del militar golpista Jaime Milans de Bosch, que comenzó Derecho y Ciencias de la Información sin terminar ninguna de esas carreras.  Añade Ussía en su artículo de opinión que “Amy, huérfana de padre, vivió una infancia infeliz junto a su madre, Eleanora Westphale, que era –espero que Amy me disculpe por mi crudeza descriptiva–, más puta que las gallinas. Pero ella leyó mucho, y se convirtió en una gran escritora, prolífica y propietaria de un inmenso abanico sociocultural.” Vamos, que leyendo a Ussía de inmediato viene a la mente “Cristo versus Arizona” de Cela, o que estás visitando el mítico “Savoy” de José Luis Alvite. A mi criterio, Ussía debería pensar  lo que escribe antes de enviarlo a la rotativa y Marhuenda debería ser consciente de con quién se juega el prestigio el  periódico de su dirección.

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