martes, 15 de enero de 2013

Un año sin don Manuel



El año pasado nos dejaron Manuel Fraga y Santiago Carrillo, las dos caras del mismo espejo. Hoy hace un año que murió el hombre sobre el que se dijo que llevaba el Estado en la cabeza. Carrillo dejaba el cigarrillo el 18 de septiembre. Y en el mes de julio, sólo dos mese antes de su fallecimiento, don Santiago entregaba a la editorial “Galaxia Gutenberg” su versión escrita de lo que poco más tarde se editaría bajo el título “Mi testamento político”. Era como una purga política sincera contada de propia mano por el hombre que regresó a España tras un largo exilio, ahora travestido con una peluca rubia. El “meyba” de don Manuel en su baño de Palomares y la peluca de don Santiago aireada al viento por las calles de Madrid ya forma parte de un pasado sórdido en el que los españoles, sin saber por dónde tirar,  remábamos a contracorriente en una enorme trainera por las procelosas aguas de un océano desconocido y con rumbo a ninguna parte. Cuenta Carrillo en su último libro (página 303): “Creo que a Fraga, en su calidad de hombre de la derecha, se cerró la perspectiva de llegar al gobierno de la nación el día en que planteó la abstención en el referéndum sobre la OTAN, convocado por el gobierno socialista. En el fondo Fraga era un ‘otanista’, pero pensó que absteniéndose iba a provocar la caída del gobierno, lo que le colocaba en el sucesor de Felipe González en el poder”. Más tarde tendría el premio de consolación de la Xunta de Galicia, para que prendiera candela a las queimadas, que funcionan como protección contra maleficios, en su conjuro particular de quema de meigas en la oscuridad de la noche. Un año sin don Manuel, llueve mansamente en gran parte de España y Esperanza Aguirre, esa meiga de quita y pon, ficha por una empresa de cazatalentos. “Algunas huirán/ a caballo de sus escobas/  para irse a sumergir/ en el mar de Finisterre”, o sea.

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