domingo, 20 de enero de 2013

Una limosna de claridad



Con la reciente muerte de Manuel Fernández-Montesinos el pasado día 18 de enero se nos ha disipado un poco más el aroma en el viejo frasco de las esencias de Federico García Lorca. El sobrino del poeta e hijo del médico y alcalde de Granada fusilado por los sublevados en las tapias del cementerio el 16 de agosto de 1936 era también hijo de Concha, hermana de Federico. Por esa tendencia a la estratificación que todo lo aprisiona en capas superpuestas, se va montando un manto siniestro sobre otro y éstos se tornan  resistentes y brunos como  techumbres de  pizarra. ¡Lastima que ya no viva Manolillo El Comunista! Cuántas cosas se llevó a la tumba aquel enterrador del Barranco de Viznar. Matar a Federico cuando se buscaba afanosamente a Fernando de los Ríos para darle matarile fue la mayor vileza de Queipo de Llano, cuyo fajín de general procesionó durante muchos años por Sevilla sobre su cintura la imagen de la Macarena. Ruiz Alonso sólo fue el colaborador necesario para aquella villanía.  En vista de que no encontraban a Fernando por ningún sitio, optaron por sacrificar a su niño mimado.  “Y Ruiz Alonso fue directamente desde el Gobierno Civil a la casa de los Rosales para llevarse a Federico, en un ‘Oakland’ descapotable matrícula GR 2185”, (Félix Grande. ‘La Calumnia’. Mondadori, 1987, p.160.).Se ha muerto Manuel Fernández-Montesinos y los ciudadanos hartos de soportar iniquidades nos hemos quedado un poco huérfanos de padre. “Grupo de gente salta en los jardines/ esperando tu cuerpo y mi agonía/ en caballos de luz y verdes crines”.

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