martes, 8 de enero de 2013

VIaje a ninguna parte



Foto del interior de un vagón del AVE en su inauguración  entre Barcelona y Figueras. Alrededor de una mesa que no se desplegó del todo, el Príncipe  frente a Artur Mas y Mariano Rajoy frente a la ministra de Fomento. Se trataba de acercar distancias entre territorios y, por qué no decirlo, entre el Gobierno central y la Generalidad de Cataluña. Los cuatro viajeros se miran como esos tahúres que intentan adivinar en el rostro del contrario las cartas. Ni una mueca ni un aspaviento ni un farol. Los cuatro viajeros se miran de reojo mientras el paisaje corre por la ventanilla a toda velocidad. Parece una versión moderna de “La Velada en Benicarló”, cuando en el año recién terminado se cumple el septuagésimo quinto aniversario de su creación por Manuel Azaña.  Benicarló era el lugar donde el presidente de la República se reunió muchas veces con Largo Caballero, al estar a mitad de camino entre residencia del presidente de la República en el barcelonés Palacio de Pedralbes (desde septiembre de 1936), y la del Gobierno de la República en Valencia (desde noviembre de ese año). En La Velada de Benicarló aparecen en escena once personajes: el doctor Lluch,  el abogado Claudio Marón, el socialista Pastrana,  el propagandista Barcala, el escritor Eliseo  Morales, el exministro Garcés, el diputado Miguel Rivera, el comandante de Infantería Blanchart,  el aviador Laredo, la actriz Paquita Vargas y un capitán. Se nota la ausencia de catalanistas, anarquistas y nacionalistas vascos. Entre los asistentes, todos buscaban al verdadero culpable de la tragedia que se cernía sobre la España de entonces. Ahora, 75 años después, los cuatro pasajeros del AVE, que tantas cosas deberían reprocharse, permanecen casi mudos, como ensimismados en un viaje interestelar, como tragados por un tremendo agujero negro. El paro sobrepasa los seis millones de ciudadanos; la subida del IVA incrementa la pobreza de todos; Rosell, presidente de la Patronal, insta al Gobierno a que se lleve a cabo otra reforma laboral más dura; los funcionarios están pagando los platos rotos de una banca catastrófica; y los pensionistas observan estupefactos cómo se hunde por la base la estafa piramidal de las pensiones. Pero los cuatro viajeros, que son autoridad, hacen mutis por el foro en ese viaje a ninguna parte. Ya lo decía Manolete: “Mejor se está sin decir ná”.

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