jueves, 28 de febrero de 2013

El mundo al revés





Uno ya no sabe distinguir entre lo disparatado y lo culto. La Asociación de Vecinos Santuario de Misericordia 2010, de Borja,  organiza el Primer Concurso Internacional de Pintura “Cecilia Giménez”, en honor de la octogenaria local aficionada a la pintura que en agosto de 2012 desgració un  mural en ese Santuario. La obra de Elías García Martínez, inspirada en el Ecce Homo de Guido Reni, había sido realizada al óleo sobre yeso y sin imprimante previo en 1930. La “restauración” de Cecilia Giménez llegó a ser “trending Topic” en Twitter. Se hicieron chistes, se dio nombre a un vino, se escribieron muchos artículos, se hicieron cientos de visitas guiadas al Santuario…Tiene hasta un  club de fans. Pues bien, hoy jueves se cierra el plazo de admisión de obras. Ya se han recibido alrededor de treinta trabajos al certamen y los internautas podrán votar las mejores aportaciones desde la página web 'www.santuariodemisericordia.com'. El premio consiste en 2.000 euros y los tres mejores artistas podrán exponer sus obras en un programa de actividades, todavía sin especificar, que se piensan llevar a cabo. En una entrevista, Cecilia Giménez señaló que “ahora, cuando miro el eccehomo, me dice algo”. La restauradora pasó de tener un episodio depresivo, a venirse arriba y sentirse orgullosa de su obra. Y el Ayuntamiento, de señalar en los medios que iba a adoptar medidas judiciales contra la autora, a estar satisfecho por haber servido de atracción turística para miles de curiosos.

martes, 26 de febrero de 2013

Ahorcando los sensibles hábitos




El empedrado de la calle Temple había adquirido el charol de la anochecida. En el bar La Pianola, don Julio se negaba a interpretar un fragmento de “La Marchenera” solicitado por una chica con ojos de haber visto el mar. Don Julio, que acompañó muchos años a las Hermanas Castillo en El Plata, estaba ahora como gallo en corral ajeno entre grupos de jóvenes que le desplazaban de su taburete. La ventana central de la vieja pianola  “Stella & Bernaregui” estaba abierta y dejaba ver un tubo de metal horizontal  perforado. Era lo más parecido, sin palmera y playa tropical, al proscenio por donde antes saliera Pititi Mondragón explicando lo de “La pulga” con desparpajo y oficio. Eso pensaba don Julio mientras liaba un cigarro de “ideales” que ya sería eterno para el resto de la velada. Un lechuguino se acercó con intención de solicitarle “El polichinela”. Don Julio dio varias chupadas a su “ideales” y luego lo dejó posado sobre un platillo. Unos muchachos coreaban “Cata, catapún, catapún, candela, ¡arsa p’arriba Polichinela…!”. Don Julio conocía la partitura de memoria y seguía con la vista fija en la ventana huérfana de rollo. Tal vez pudiera imaginar ver dentro, a tamaño reducido, a Preciosilla cantando “La chica del 17”. Un poco después apareció por el local un mocerío procedente del medio rural, llegado desde Calatorao para visitar la Feria del Campo. Se abrieron paso hasta la barra a empellones. En la Plaza del Justicia varios gamberros volcaban unos cubos de basura. Y en la fuente de La samaritana sobrenadaban, como venidas de otros piélagos,  unas botellas vanas de mensajes. La luna llena con cara gorda de “carta de ajuste” examinaba silente el espectáculo callejero como una alcahueta agazapada tras la celosía de las nubes. A don Julio le demandaban ahora el “Ven y ven”. Don Julio volvió a encender el cigarro de “ideales”, proporcionó dos pipadas y lo posó sobre la escudilla para que volviera a apagarse. Las gurruminas solicitantes, muy contentas, corearon “Ven y ven y ven; vente chiquillo conmigo…” Concluido el fragmento al pianista le entró secaño. Se levantó del escabel, cuya base era lo más parejo a un tabal de sardinas en salazón, se acercó a la barra y pidió a Ángela una botellita de agua mineral, consciente de que en el agua residía toda la melancolía. La noche morada se iba disipando; y don Julio, que presentía el relente y ese raro ventolín de paso silente y abanto que arquea las raspas de los difuntos, se protegió con su abrigo y salió mareado a la calle camino de su casa. Hostigaba la bulla de los que no pensaban nunca en marcharse a dormir. Cada uno tenía su particular “skate-board” en el laberinto de callejuelas medianeras aderezadas con husma de orines y catinga. En la trocha hacia casa, cerca de la Puerta del Carmen, le solicitó la hora un hatajador zanguayo, gago y de dilatada andorga. Pensó que Zaragoza había ahorcado sus sensibles hábitos, pero no le dio excesiva importancia. Era nacido en Gallur y de natural agradecido.

Cafés, bares y similares



Es un dato digno de ser analizado el hecho de que en Aragón, donde yo resido, existan más de 8.400 establecimientos explotados como bares, casas de comidas y cafeterías, es decir, un establecimiento por cada 160 habitantes. Digo más, hay pueblos casi muertos del todo, con apenas cuarenta vecinos,  sin servicio médico, sin farmacia, sin fuerzas de seguridad y sin escuelas por falta de niños, que disponen de taberna para tomar café o echar una partida de cartas. Bueno, también tienen iglesia parroquial, aunque servida por un cura que aparece los domingos montado en una vespa. En este país el bar es como el cuarto de estar de los españoles. Allí se charla, se cierran negocios, se juega a las tragaperras, se bebe un vino infame, se sale a la puerta a fumar, se vuelve a entrar, se toma otro vaso del mismo vino de pasto, se escudriñan los anuncios de trabajo en la prensa local, se orina si es menester, se permite observar al resto de clientes en silencio, e incluso se tolera que el camarero meta baza en las conversaciones entre parroquianos apoyados en la barra cuando existe algo de confianza. Hasta en las huelgas generales los bares permanecieron abiertos, para que los  sindicalistas liberados,  los piquetes en tregua contenida,  manifestantes con banderines republicanos plegados, viseras verdes de “John Deere” y pegatinas pegadas a la ropa por mor de la afición, y aquellos que la secundaban de forma pasiva, es decir, sentados plácidamente en un velador, pudieran refrescar el tragadero y glosar sus desacuerdos frente a las últimas medidas adoptadas por el Gobierno. En España se puede protestar por el “medicamentazo”, por la subida de la gasolina, por el alza en las tasas municipales, en los seguros de coche, en cotos de caza, o en el tabaco, por decir algo, pero a nadie se le ocurriría protestar por la subida en el precio de las consumiciones cuando se acude a un bar. Las listas de precios están tan lejos del cliente que resultan de difícil lectura. Son como la letra pequeña de los contratos. Sus tarifas se asumen sin rechistar, como se asume el latín en las ceremonias litúrgicas. Las cafeterías son otra cosa. Nacieron cuando fueron desapareciendo los viejos cafés. Éstos casi no quedan. Y a los pocos que se resisten a bajar la persiana, para instalar una caja de ahorros donde se pueda ofrecerse al ciudadano “un interés muy desinteresado”, acuden los clientes de sombrero, gabardina y periódico grapado dispuestos a matar la tarde. Se acomodan en un diván lejos de la puerta giratoria para evitar el frío que entra de la calle, untan churros en el café con leche y hacen tiempo hasta la hora del cine, o hasta la hora del tren. Hace poco estuve en Madrid y tomé algo en el “Café Comercial” de la Glorieta de Bilbao. Pensé que de un momento a otro iban a entrar Agustín de Foxá o Eugenio D’Ors. Entre sorbo y sorbo de café recordé que eso no era posible, que ya estaban muertos. Y me marche, San Bernardo abajo, un poco más abatido.

domingo, 24 de febrero de 2013

Dinámico




Hace siete años leía en el periódico deportivo “As” un artículo de Jorge Solans donde ese periodista comentaba que “el ‘Dinámico’ pervive gracias a la perenne ilusión de Tomás Tocino (18-4-1946), hijo y homónimo del fundador, quien dio a luz al proyecto a mediados del siglo XX, de la mano de Francisco Raro, su socio. (…) Con una plantilla que rozaba los 30 empleados se lanzó una primera tirada de 50.000 ejemplares. Sin publicidad de ningún tipo, decidieron darse a conocer enviando un ejemplar a cada una de las 30.000 peluquerías que existían en España. Poco a poco, el ‘Dinámico’ enriqueció sus pequeñas páginas con multitud de datos. Su difusión y su eco fue in crescendo (sic) hasta la cima de los 300.000 ejemplares vendidos en la temporada 70-71, sobrepasando la tirada de cualquier periódico de la época y convirtiéndose en la gran Guía del fútbol español”. Hoy domingo, Heraldo de Aragón cuenta a sus lectores que ‘Dinámico’ se encuentra “en la cuerda floja” después de 63 años en el mercado y que podría no ver la luz la próxima temporada. En este sentido, transcribo lo que comentaba  Tomás Tocino al periodista de ese diario, A. Maluenda : “Cada vez se nota más la crisis y ya hay a quien el 1,50 € que cuesta el calendario sencillo le supone un gran esfuerzo". Yo recuerdo que siendo niño a mi hermano le gustaba ‘Dinámico’ y todos los años se lo regalaban en verano, antes de que diera comienzo la Liga de Fútbol, y marcaba a lapicero los resultados que se iban produciendo semana tras semana. A mí nunca me interesó mucho ese deporte, esa es la verdad. Pero había una tienda de repuestos en Zaragoza, “Tornillera aragonesa”, donde cada año me regalaba un ejemplar de ‘Dinámico’, sin que yo se lo pidiera, el empleado que amablemente me atendía. Era un cuadernillo pequeño, del tamaño de un catecismo del Padre Astete. Parecía milagroso que pudiesen apuntarse tantos datos estadísticos en tan poco sitio. Curiosamente, aquella idea se patentó con el número de registro 20.136; el primero de los ejemplares fue editado por Imprenta Rápida, calle Costa, 4, Zaragoza; y su precio, 2 pesetas.  Me entero de que en la actualidad esos cuadernillos deportivos están muy buscados por los coleccionistas.

sábado, 23 de febrero de 2013

Aquí no hay que pilotar trasvases




Maite Alfageme dice en un artículo de opinión, “Abdicar el posible”, aparecido en La Gaceta, que “Don Juan Carlos, a quien los monárquicos de postín quisieran ver cual Inés de Castro, la soberana póstuma, reinando después de muerto (sic), ha encontrado en la esencia del PSOE –léase Rubalcaba– el apoyo pétreo que la izquierda ha negado históricamente a la Corona. Y el hecho resulta en sí mismo tan excepcional que induce a suspicacias”. Hombre, los recelos de la izquierda no los veo por ningún sitio. Los monárquicos de postín no sé quiénes son en estos momentos. Los hubo, pero de Juan de Borbón. Maite Alfageme debería saber que de aquellos “Cuarenta de Ayete” sólo deben quedar con  vida unos seis o siete carcamales y un periódico monárquico en la actualidad más muerto que vivo. Sí, cierto. Inés de Castro murió asesinada. Luis Camões, el pariente portugués de Vasco de Gama,  lo cuenta versificado en “Os Lusíadas”,  donde además de las referencias a su pariente,  que ocupan un tercio del libro, también explica a su manera la historia de Portugal hasta mediados del siglo XVI, puesto que la obra referida vio la luz en 1572. Luego vendrían otros escritores y poetas abundando en el mismo tema: Antonio Ferreira, Vélez de Guevara,  Albert Caraco, Alejandro Casona… ¡y hasta 29 óperas! Casi al final de su artículo, Alfageme entiende que “tutelar en vida la Sucesión permitiría al Rey pilotar el trasvase a la figura del Príncipe de los afectos juancarlistas”. A mi entender, si el Rey abdicase,  no tendría que  pilotar nada. La sucesión está contemplada en la Constitución Española. Lo que debería hacer el actual Rey, llegado ese caso, sería quitarse de en medio. Doy por hecho que el “juancarlismo”, como lo denomina Alfageme, terminará como concluyen todas las cosas, es decir, con la llegada de nuevas generaciones que asienten la pesadilla de Franco en un rincón lóbrego de la historia.

La hache como espadaña




Daniel Martín, en “República.com”, al hacer referencia a nuestro sistema educativo,  señala que “la pésima ortografía con la que se escribe hoy en día es tan solo un síntoma más de la decadencia de un sistema educativo que, en ningún caso, está destinado a enseñar a leer, escribir y, sobre todo, pensar. Envueltos en el clima de molicie social -lo esencial es terminar los estudios-, hijos de una desatención crónica consecuencia de mil pantallas y ningún orden, los alumnos pasan por el colegio estudiando decenas de reglas ortográficas ininteligibles, poniendo nombres raros a cosas conocidas, analizando sintácticamente oraciones y conjugando tiempos verbales que, sin saber sus nombres, manejan competentemente en la vida cotidiana.  Y Daniel Martín, al hacer referencia a los modos del siglo XXI,  hace referencia  al verbo abrir, muchas veces escrito de forma inadecuada. Dice que  ‘habrir’, escrito de ese modo, “es un dislate imperdonable, pero no comprender una descripción de Baroja es algo lógico, normal, disculpable”. Sí, es cierto. A mi modo de ver, sin embargo, es más triste cuando alguien manda a la redacción de un periódico un texto para que salga publicado al día siguiente y te encuentras con la desagradable sorpresa al leerlo impreso de que “el espabilado de turno” (quiero pensar en un  becario, sin duda víctima de esa decadencia educativa a la que hace referencia Martín) ha modificado una palabra al suponer que el error, o la falta de ortografía, era del articulista. Claro, en ese momento el autor del escrito siente, por un lado rabia; por otro, vergüenza de que sea leído por el suscriptor, por el cliente de un hotel, o por lector que se acerque a un quiosco y  compre el “diario grapado”. Dicho eso, blanco y en botella, ya sabemos a qué periódico me estoy refiriendo. Y eso, como ya he escrito alguna vez, me sucedió a mí con la palabra ermita, a la que un lerdo, o una lerda, le añadió una hache, que fue como un hachazo. Como decía un añorado amigo, José Luis Aranguren Egozkue, a la ermita se le había añadido una espadaña. Sí, una espadaña con vano campanil, pináculo y hasta el blasón con águila bicéfala de Calos I.

viernes, 22 de febrero de 2013

Milonga




Mumba, zumba. Lumumba. “¡Así se mueve el cuerpo, mi negra!”. “¡Toma ya!”. Un pasito adelante, dos hacia atrás, mueve el culito…así…así, con garbo, que mi negrita tiene olor a canela y piel de sabroso boniato, suave como el miraguano, y se menea para adelante y a la zaga de ritmo de marimba, a los sones de la trompeta y el rasgueo del requinto. Caimito y merengue, merengue y caimito. Mi negra posee dientes de marfil, boca grande y tentadora, y en cada gesto un recelo de cortadora de malangas y ñames cimarrones. Su mirada de caimán no sabe dónde clavar el disparo del deseo en implorante ademán de caricias. Llega un comisario político y manda parar la música. En la destartalada calle golpean contra los adoquines ráfagas de lluvia. En los portales de las casas se refugian las meretrices desertoras de la base yanqui de Guantánamo, que ahora se amoldan como aljófares de collar en el Malecón, con los tacones gastados, que los tacones de una mujer siempre dan cuenta de sus pasos. En la vivienda antigua del aserradero con techumbre de guano, junto a la polvorienta carretera, bajo las manos hasta restregárselas a mi brunita linda en el rellano de la entrepierna. A mi negrita fogosa le deleita que le muerda en la nuca. Sobre el velador hay un epítome de Carlos Luis de Fallas. Clarea a ritmo de milonga y un fino rayo de sol, como primorosa es la hoja de culantrillo, se refleja en la efigie de la Virgen del Cobre. Es necesario aliñar el tedio de la vida, que la negrita es sensible a la buena música, se reaviva con una taza de café y tiene conversación. Echo un sorbito de ron al interior de la oficina del estómago. En la habitación de al lado percibo a Lucila, que así se llama mi negra preciosa y dulce como la guayaba, atusarse el pelo con un cepillo de mango frente a un espejo colonial morrocotudo. Se perfuma con “Álvarez Gómez”, que le he llevado desde España. Le preparo un “jai-alai”, mezcla “ad líbitum” de aguardiente de caña, limón, vermú rojo, azúcar moreno, agua de seltz  y hielo. Revuelvo el mejunje al modo en que lo hacen en “Partagás”, en la esquina de Neptuno. Me asomo a su habitación. Ella sonríe y enseña unos dientes blancos como teclas de piano. Orina mansamente en una lata vacía, una lata grande de pimientos.

Corinna



Leído en El País: The New York Times explica que la princesa alemana Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, amiga íntima del Rey, recibió el encargo del monarca para que le buscara un nuevo trabajo a su yerno, preferiblemente dentro del campo de los deportes”. Se supone que el Rey también “sugirió” a  César Alierta que le hiciese un hueco en Telefónica. El encargo del Monarca a la tal Corinna no dio resultado. La “sugerencia” al presidente de Telefónica, sí. Hasta que lo cesaron. Esta falsa princesa, de soltera Corinna Larsen, hija del  danés Finn Bonning Larsen, fue novia de Gert Rudolph Flick, heredero de la marca “Mercedes”, más tarde casado con la princesa rusa Donatella Missikoff. Aquella relación no prosperó y ella contrajo un primer matrimonio con Philip Atkins con quien fue padre de su primera hija, Nastassia, tras cuyo nacimiento se divorció en 1993 haciendo también anular su matrimonio. En 2000 se casó  con el “príncipe” Johann Casimir de Sayn-Wittgenstein-Sayn, banquero londinense e hijo de una importante familia alemana. Tuvieron un hijo: Alexander. Se divorciaron en 2005. Después, Johann Casimir tuvo una relación con Tinsley Mortimer, hija de un hacendado de Virginia y exesposa de un rico petrolero, mientras Corinna se acercaba a España. Su nombre, hasta entonces desconocido para los españoles, apareció por primera vez en la prensa rosa en 2006 con motivo de su amistad con el Rey al que supuestamente había conocido en una cena en Ditzingen (Alemania). Sea no fuere, lo cierto es que Corinna  reside desde 2010 con sus hijos en El Pardo. En abril de 2012 el Rey se traslada a Botsuana para cazar elefantes y allí se rompe la cabeza de fémur, o la cadera, que aún no lo tengo claro. Se comentaba que Corinna había organizado la cacería a través de la empresa Boss&Company Sporting Agency, de la que llegó a ser consejera delegada. Por aquellos días, la Reina se encontraba en Grecia, celebrando la Pascual ortodoxa; y su nieto Froilán, en la madrileña Clínica Quirón por un disparo fortuito  en el pie. Y ahora, la tal Corinna aparece en el “caso Nóos” tras ser implicada por Diego Torres. Presuntamente, Urdangarín requirió, con la ayuda del Rey, a que Corinna le colocara con una fuerte retribución en la Fundación Laureus, dedicada al fomento del deporte, tal y como puede leerse en las explicaciones que concede periódico neoyorquino. Corinna Larsen se ha adueñado de un apellido que no le corresponde. Al que fuese su marido, tampoco. Alemania es una República y no existen títulos nobiliarios. Lo que sucede es que, con la desaparición de los títulos, las familias nobles los adoptaron como apellido. Es, para entendernos, como si  Cayetana Fitz-James Stuart y Silva pasara a apellidarse Alba una vez instaurada la República en España.

jueves, 21 de febrero de 2013

El "macferlán"



A Pedrito Madroñedo le capó una astilla del pasamanos de la escalera seis meses antes de que hiciese la primera comunión. El colchonero le cosió el escroto con dos canicas de barro cocido dentro y la madre de Pedrito, en agradecimiento, le regaló un precioso “macferlán” de Almacenes Simeón. El colchonero, que se llamaba Bonifacio Cafarell, apareció un domingo en misa mayor con su flamante “macferlán”, se colocó en los primeros bancos del lado de la Epístola y desató las miradas de unas enlutadas comadres cuando se disponían a cantar “El Señor es mi pastor, nada me falta…”. Pero Bonifacio, más atento a las redondeadas rodillas de la esposa del factor de noche de la Renfe que a la antífona, el agnus y a los asperges, observó cómo ésta, la mujer del factor de noche, le mantenía firme la mirada. Bonifacio Cafarell pasó sus manos abiertas sobre las sienes para apretar el fijador y la brillantina sobre el pelo, carraspeó, movió los hombros dentro del “macferlán” como hacen los toreros con la chaquetilla, estiró la cerviz, le guiñó un ojo con la picardía necesaria y, luego, como quien se marca un paso de tango, miró fijamente a la imagen de san Blas que presidía la parte lateral del altar mayor. En el coro, a las órdenes del maestro de capilla, Pedrito Madroñedo gorgoriteaba el “pange lengua” como si tuviese la voz de los mismísimos ángeles. “Es como un ruiseñor, doña Elena”. “Sí, Bonifacio. Estoy muy orgullosa del niño. Pero, ¿usted cree que con los años se le trocará la voz en soprano?  “No señora, ni mucho menos, que un castrón lo es de por vida, salvo que sufra el garrotillo y le afecte al garganchón. Eso ya…” A la salida de misa de doce, doña Elena, la esposa del factor de noche, midió las palabras en evitación de males mayores, sabedora de que su marido era carnudo resabiado y que ostentaba la mala baba del cojo, o del caimán, y que a otros por menos les colocaban bozal de alambre. Doña Elena abrigó con sumo cuidado a Pedrito Madroñedo. A estos niños hay que llevarles siempre de la mano muy abrigados, hacerles mear mucho y untarles con saliva el prepucio y el glande, que la saliva es muy desinfectante. En un descuido, Bonifacio acarició la mano de la esposa del factor de noche aprovechando que éste miraba al suelo en busca de algo aprovechable, que a veces encontraba cosas de valor o de utilidad, pero ella, doña Elena, ni se inmutó aunque en sus adentros se le zarandearan los sedimentos de la lujuria. Después, Bonifacio caminó hasta el bar de la plaza, se sentó en una mesa de velador, respiró hondo y tomó un sorbo de nada con sifón. En el mirador de enfrente, Bonifacio podía comprobar difuminada entre visillos la esbelta figura de doña Elena. Su marido, el factor de circulación de mierda, que ya se había cambiado de ropa, montó en una bicicleta apoyando un pie en el pedal y tomando carrerilla con el otro, por un camino paralelo a la vía férrea. Doña Elena abrió la ventana para despedir a su marido y aprovechó para cruzar su mirada con la de Bonifacio, que ahora encendía un “cámel” con pericia, a la manera que lo hacía Humphrey Bogart en “La reina de África”. Más tarde apretó el botón del portero automático. Se abrió la puerta y subió las escaleras sin encender la luz, como si temiera que le fuera a aparecer un alacrán del fondo de una baldosa movida. La puerta de casa de doña Elena estaba entreabierta y salía un hilo de luz amarillo. A Pedrito Madroñedo, que ya apuntaba maneras de  mudarse a tutifruti, se le oía ensayar un aria de contralto de “Tosca”. Después de que Bonifacio le midiera el gusto a doña Elena, volvió a bajarlas escaleras a oscuras, sin hacer ruido. Resbaló en uno de los últimos peldaños y se desnucó. Tenía la cara vuelta, el cuerpo doblado y enseñaba un diente de plata meneses. A Bonifacio le encontró el factor de noche en tan difícil postura cuando regresó de su paseo en bicicleta, tras haber arramblado con dos coliflores y varias docenas de higos de una propiedad colindante con la suya. En el depósito del cementerio dejaron a Bonifacio tapado en la losa de las autopsias con su flamante “macferlán”. En la plaza, un chucho levantó la pata para mear una azalea. De la radio de una vivienda salía el “tararí” insufrible de un cornetín de órdenes y, después, el consabido “Gloriosos caídos por Dios y por España. ¡Presentes!” y las señales horarias desde la Puerta del Sol de Madrid previas a un “parte” en el que siempre se hablaba de Franco, pese a ser conscientes todos los españoles de que el “okupa” de El Pardo nunca pagaba la propaganda.

Detalles significativos



Hoy ha terminado el Debate sobre el Estado de la Nación y las aguas han vuelto a su cauce. Esteban González Pons hacía ayer unas declaraciones  señalando que “el PSOE “pasa de pedir la abdicación de Rajoy  a pedir la del Rey mientras el líder de la Oposición está en la tribuna del Congreso”.  Falso. Fue Pere Navarro, del PSC, el que hizo tales declaraciones y Elena Valenciano ha reaccionado poniendo las cosas en su sitio. El Rey bastante tiene con sus problemas “mecánicos”. El próximo día 3 de marzo deberá pasar por el quirófano en la cínica madrileña La Milagrosa para corregirle la agudización de una hernia discal, con lo que deberá posponer un viaje a Marruecos sin un objetivo concreto para los intereses de España, es decir, por invitación expresa de Mohamed VI. El Rey está en su derecho de aceptar las invitaciones que crea oportunas, pero cada ciudadano, también el Monarca, debería saber con quién no es recomendable tomar café ni para hacer negocios. Ay  cosas que sólo se enseñan en la Universidad de la Vida. Se dice que los papas han de morir en la cruz y los reyes en la cama. No sé. Por lo pronto, Ratzinger se ha desclavado de los palos del Gólgota y ha decidido esconderse en un convento de monjas de clausura. Es un detalle significativo. No puede haber dos papas ni dos reyes ni dos dioses a la vez, por mucho que se trate de Tres Personas Distintas. Tal vez, por esa razón, una pestaña tapa la Hostia de la enorme custodia del Altar Mayor de la Catedral de Lugo cada vez que el sacerdote, revestido con la capa pluvial, bendice a los fieles con otra custodia más pequeña a pie de sagrario.

martes, 19 de febrero de 2013

Agatón Galilea



Agatón Galilea, habitaciones a pupilaje. Fijos y viajeros. Estar próximo a una estación de F.C. tiene más ventajas que inconvenientes. Agatón, por el silbido, sabía  qué trenes salían, qué trenes llegaban y cuáles llevaban retraso. Algunos clientes bajaban a la cantina y subían a la Fonda de la Estación  a la media hora, ya cenados y dispuestos para dormir. Había ciertas habitaciones que daban al andén. Otras eran interiores. Las tres habitaciones que daban al andén estaban reservadas para el señor Galende, perito agrícola experto en el cultivo de remolacha, para Pío Cañamón, protésico dental y para Florinda Monfort, artista de variedades. Agatón era un hombre silencioso y amante de las buenas composturas. Siempre iba en camisa blanca con pajarita y caminaba en zapatillas de paño para no hacer ruido sobre la tarima. A veces aprovechaba que había algún huésped en la sala común y, si se terciaba, charlaba amigablemente. Agatón tenía conversación. El señor Galende viajaba mucho para hacer contratos con los agricultores y les facilitaba las semillas, los abonos y los tratamientos químicos necesarios contra la mosca, los gusanos grises, los gusanos verdes, la pulguilla, la maripaca y la cercospora a aquellos horticultores que meses más tarde entregarían las raíces en la azucarera donde él prestaba sus servicios. Agatón le escuchaba sin pestañear. Junto al señor Galende se aprendían muchas cosas. También junto a Pío Cañamón, cuando le convencía de que toda prótesis debe tener un sistema de retención eficiente, para que la restauración se mantenga sujeta en la boca y no se caiga o salga de su posición, ya que de no ser así la masticación, deglución y fonética, se verían afectadas e incluso imposibilitadas. Pero cuando en ocasiones coincidían en la sala de estar Agatón, el señor Galende y Pío Cañamón la conversación entre ellos solía derivar por otros derroteros más profanos. Con Florinda Monfort no coincidían nunca. Llevaba unos horarios de trabajo muy raros y, además, era de natural reservado. De Florinda sólo quedaba por los pasillos una estela de sus perfumes a la caída de la tarde, cuando marchaba a El Pato Negro para actuar. Pío Cañamón contaba que fue una vez a ver el espectáculo y que Florinda Monfort bailaba cancán. Agatón Galilea había nacido un 19 de febrero y a la hora de bautizarlo el cura no tuvo mejor ocurrencia que ponerle el santo del día. Dijo el párroco a los padrinos que San Agatón fue un hacedor de maravillas. Los presentes se encogieron de hombros y Agatón se quedó con ese nombre que parece estar relacionado con la bomba atómica.

El borrador de Mato




Con las nuevas medidas a adoptar, no será necesario que el ciudadano vaya al médico todas las semanas para que éste le extienda el correspondiente “parte de confirmación” cuando esté de baja, según se recoge en un borrador de real decreto. Ana Mato, titular del Ministerio por obra y gracia de Mariano Rajoy, parece tener las ideas claras. Como da la impresión de que se pierde mucho tiempo en las gestiones burocráticas que hace el médico de cabecera, se ha decidido confeccionar un baremo donde conste el tiempo aproximado de duración en cada patología. Por ejemplo, un episodio catarral tiene un proceso estimado en cinco días. Pues bien, el médico, de acuerdo con la duración estimada de ese proceso, deberá extender la baja y el alta en el mismo parte. La señora Mato, que fue incapaz de saber qué hacía un “Jaguar” en su garaje y con qué dinero se había adquirido, pese a estar en régimen de gananciales con su entonces marido, y que tampoco fue capaz de aclarar con precisión el año de su separación matrimonial, resulta que está preparada para conocer el tiempo exacto que un enfermo debe permanecer en situación de baja médica. Es decir, que a los cinco días de sentirse mal y tener fiebre un trabajador deberá reintegrarse a su puesto laboral sin excusa ni pretexto. De nada servirá haberse quedado “flojo” y con las defensas reducidas por el consumo de fármacos. Espero que la ministra Mato (por cierto, vaya apellido para estar en Sanidad) sea capaz de saber el tiempo exacto que dura un desorden depresivo, cuando éste se expresa como afección de tipo cognitivo, volitivo o somático. No es por nada, sólo por proponerla para el Premio Nobel, que esas distinciones siempre favorecen a la “marca España”. La señora Mato no sé que pinta al frente en un ministerio, como es el Sanidad,  cuando sus competencias están transferidas a las Comunidades Autónomas. Lo mismo sucede con Asuntos Sociales. Lo de Igualdad fue un invento de Rodríguez Zapatero en 2008 para colocar en el Gobierno a Bibiana Aído, exdirectora  de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco. Se justificó -y así quedó constancia-  “para impulsar las políticas sociales recogidas en la Ley para la Igualdad y en la Ley Integral contra la Violencia sobre la Mujer, así como los programas sociales del Instituto de la Mujer y del Instituto de la Juventud”, unas competencias que hasta entonces había tenido el denominado Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Pero aquella experiencia política no dio el juego que se esperaba y la ministra Aído, hija de un exalcalde socialista de Alcalá de los Gazules, fue cesada el 20 de octubre de 2010. Aquel  breve Ministerio se quedó reducido a una Secretaría de Estado de Igualdad y su estructura se integró dentro del ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, o sea, lo que existe ahora a mayor gloria de Ana Mato, una ministra que, a mi entender y por otras razones, ya debería haber dimitido de su cargo político si tuviese dignidad. Pero aquí no dimite nadie, eso sí, por el bien de España.

lunes, 18 de febrero de 2013

El aeropuerto de Fabra




No es noticia que un avión aterrice en un aeropuerto. Cosa bien distinta sería que lo hiciese en un campo sembrado de cebollinos. Ello viene a cuento con lo acaecido en el Aeropuerto de Castellón, inaugurado el 25 de marzo de 2011,  donde hoy ha aterrizado una avioneta de AENA que ha sido recibida por los medios de comunicación presentes como si se tratara del viaje del “Plus Ultra”, solo que este viaje ha sido “con visibilidad buena” y con un corto recorrido, Manises-Castellón, es decir, de sólo 107 kilómetros. Ese es el triste resultado de una inversión de 150 millones de euros más lo que costó la famosa “efigie” de Carlos Fabra, un coloso de 24 metros de altura, 20 toneladas de peso y 300.000 euros de coste, dedicado al ciudadano al que más veces le ha tocado la lotería en España. Un despropósito en forma de escultura que ideó Juan Ripollés, consistente, como decía, en una gran cabeza, la de Fabra, de la que le sale un avión. El rostro de Carlos Fabra también figura, junto a los de otros políticos, en el retablo de una ermita en Vall d’Alba y no descarto que algún día su papo aparezca en las monedas de euro. Ahora ya solo queda que al aeropuerto de Castellón le den los permisos necesarios para que se permita la entrada y salida de aviones y, conseguido eso, decorar su entorno con unas pirámides y unas palmeras por si algún productor norteamericano decide hacer una nueva versión de “Los 10 Mandamientos” con Carlos Fabra haciendo de faraón Seti, su hija Andrea, la que dijo aquello de “¡que de jodan!” cuando anunció  Rajoy en la Cámara Baja el recorte a los parados, de princesa Nefertari y  Francisco Camps, de Moisés. No hay que desesperar. Si finalmente el aeropuerto no sirviese para el fin con el que se creó, al menos podría ser utilizado para el rodaje de películas épico-bíblicas al estilo de cómo las hacía Cecil B. DeMille.

Fatalidad inevitable




A Frúctulo Faramiñás se le ocurrió decir una tarde en el casino: “Lo peor está por llegar” y los allí presentes tocaron madera. El boticario, que estaba situado enfrente y era su compañero de mesa en el juego de rabino, le miró por encima de sus gafas “amor” pero de inmediato hizo un cruce con las pupilas y éstas volvieron a situarse sobre su abanico de cartas. El cura, sentado a su derecha, tampoco dio  gran importancia a la frase de Frúctulo, que entendió como un impulso irrefrenable de hablar por no callar;  y el sargento de la Guardia Civil,  a su izquierda, frunció el entrecejo y echó mano a la pistola. Tuvo que ser el cura quien le aconsejara: “Quieto, tranquilo”, con un suave ademán. Frúctulo Faramiñás vivía de las rentas de sus fincas dedicadas al cultivo del aguacate. Era un gran aficionado a las emociones fuertes y para los vecinos del pueblo sus barruntos iban a misa. Una vez pronosticó que el sacristán era un cornudo lavativa y acertó. De hecho, su mujer terminó por abandonarle y lo dejó plantado y con el roquete puesto mientras éste ayudaba en un oficio de difuntos. Ella se marchó con la maleta a Barcelona en el subexpréss acompañada de un factor de noche que llevaba sólo seis meses destinado en la estación de F.C. Frúctulo había nacido un 18 de febrero en Guarnizo. Al bautizarle, el sacerdote se limitó a preguntar a los padres la fecha de nacimiento de la criatura y sin molestarse en pedir permiso a los padrinos le aplicó al recién nacido el santo del día. Los padres llevaban idea de haberle puesto Ireneo, pero no se atrevieron a enmendarle la plana a aquel clérigo que siempre parecía tener las ideas claras, que estaba en posesión de la medalla de Sufrimientos por la Patria y que  acostumbraba a hacer su voluntad desde que fuera secretario personal del obispo de Santander, monseñor José Eguino Trecu. Por el pueblo enseguida se corrió la voz de que lo peor estaba por llegar, pero no se sabía qué. Y durante los días siguientes, aunque resignados ante la fatalidad inevitable, todos permanecieron con el desasosiego arañándoles las entrañas.

domingo, 17 de febrero de 2013

Mejor cambiar la hora



Las familias numerosas proponen retrasar una hora el reloj para, de esa guisa, poder conciliar mejor sus tareas. Hombre, ya puestos, también se le puede pedir a Mariano Rajoy que mueva el meridiano de Greenwich, que a fin de cuentas sólo es una línea imaginaria. No es lo mismo comer a la hora de Londres que a la hora de Madrid, por mucho que ese meridiano pase también por Caspe. Y ya puestos, que se coloque un reloj de sol en el espacio que ocupa el conocido como Reloj de Gobernación, el que da las campanadas de Nochevieja en Madrid, gemelo de otro que existe en el Arsenal de Cartagena, donado en 1866 por el leonés de Iruela exiliado en Londres José Rodríguez Losada, que no se llamaba Losada de segundo apellido sino Conejero. El reloj de sol tiene un inconveniente y a la vez una ventaja, o sea, por la noche no sirve para saber la hora,  pero la gente tampoco se atraganta con las uvas. En su “Historia de la Puerta del Sol”, Ramón Gómez de la Serna dejó escrito lo siguiente: “En los años de la guerra ha habido un cambio de hora arbitrario, avanzando en el invierno una hora más al día. El primer año, sobre todo, la fuerza de la mudanza de la hora fue algo extraordinario, pues se llenó la Puerta del Sol y todos con el reloj en la mano esperaron a que la manilla avanzase loca, inconcebible, absurda, hacia una hora falsa. Hubo alguien que llevó un reloj despertador, y otro un reloj de despacho, y subiéndose a una escalera con él, lo puso en hora entre la chacota de la gente”. Todo es posible en la Puerta del Sol. Si se ha podido cambiar de fachada el anuncio luminoso de “Tío Pepe” y abrir la gran boca del “metro”,  también se puede modificar la hora  para dar satisfacción a la propuesta de las familias numerosas. Lo de mover el meridiano de Greenwich parece más complicado, salvo que nos revolquemos en el merengue de otra batalla de Trafalgar. No trae cuenta.

Un nombre de fuste




Lotoringo Seviprés, comestibles y frutas, cuando cerraba la tienda a la caída de la tarde, se acercaba en bicicleta hasta un guariche de carretera y apoyado en la barra se tomaba una copita de “Calisay”, a veces dos. Nunca había clientes dentro del establecimiento ni llegaba a comprender cómo Engracia podía mantener el bar Goleta. Lotoringo Seviprés jamás iba de vacío. Unas veces llevaba unas borrajas, otras, unas zanahorias o unos tomates, y así. Engracia era agradecida y, en reciprocidad, incrustaba una moneda  en la ranura de la  sinfonola con la canción preferida de Lotoringo: “Torre de arena”, en la voz  de Marifé de Triana. A Lotoringo le caía una lágrima gorda por la mejilla, le sujetaba muy fuerte la mano a Engracia y tomaba un sorbo de pajarito. Engracia le llamaba Ringo, por abreviar. Ella nunca pudo entender cómo le habían puesto sus padres aquel nombre tan complicado de pronunciar. Pero Lotoringo, con mucha paciencia, ya le había explicado a Engracia más de una vez el motivo. Nadie tenía la culpa de que hubiese nacido un 17 de febrero. El parto se había retrasado unos días y no pudieron ponerle el nombre de Ricardo porque el cura ecónomo, cuando le llevaron a cristianar, manifestó de forma imperiosa que tal nombre no tocaba, que no era el santo del día, pero que iba  actuar con una cierta flexibilidad, o sea, que dejaría escoger a sus progenitores entre uno de los siete santos fundadores de la Orden de los Servitas de la Virgen María: Alejo, Bonifacio, Bonajunta, Amadeo, Sosteneo, Lotoringo y Ugocio. Su madre no supo qué decir, se había quedado floja con el parto. Pero a su padre le pareció como nombre de más fuste el de Lotoringo, al haberlo relacionado con una placa profesional, dorada y siempre brillante, que había leído en la puerta de un lujoso edificio: “Doctor Pedreira. Lotoringo-naringólogo”. Y en eso quedaron. En la fachada del Bar Goleta ya se habían encendido unas luces de neón que ponían la nota de color en la noche morada.

sábado, 16 de febrero de 2013

Don Melendo




Los padres querían bautizarle como Jerónimo, para más tarde llamarle Jeromín, como cuenta la historia que llamaban de pequeño a don Juan de Austria, pero el párroco se empeñó en que debían ponerle el nombre de Onésimo. Cuando los padres preguntaron la razón, el párroco, que después del bautizo estaba invitado junto a los padrinos a la chocolatada en el Café Continente, les hizo ver que nadie tenía la culpa de que la criatura hubiese nacido un 16 de febrero, que así lo había dispuesto Dios Nuestro Señor, que lo ve todo, que lo sabe todo y que delega en el párroco para administrar el santo bautismo, única manera de incorporarse al seno de la Iglesia. Los padres y los padrinos se encogieron de hombros y se hizo la voluntad del párroco, don Melendo, que tenía la virtud de administrar la confesión y roncar a un mismo tiempo. Los padrinos del niño eran los señores de Iturralde, don Senén y doña María Josefa, dueños de la mejor tienda de ultramarinos de la ciudad. La víspera, don Senén había llevado al Café Continente un surtido de entremeses y varias botellas de vino y de licor, para que fuesen añadidos a la fiesta profana. Al salir de la parroquia, el padre y la madre, que llevaba en brazos a Onésimo, montaron en un “Ford” negro y reluciente  alquilado con conductor el día anterior  para el traslado de la criatura hasta el baptisterio y, más tarde, hasta el Café Continente. Un nutrido grupo de chavales seguía al automóvil en su marcha lenta por el empedrado de las calles; y el padre, cada poco, abría la ventanilla de su lado y lanzaba monedas de poco valor y peladillas a la chiquillería. Don Senén y doña María Josefa seguían al coche a una cierta distancia a caballo de una moto “Lube”, que tenía habilitado el cambio de marchas a la derecha del depósito de gasolina. Doña María Josefa montaba de lado con las rodillas muy juntas y procurando que la falda no dejase ver a los curiosos sus apretados muslos. Doña María Josefa disfrutaba montando en aquella “Lube” de color aceituna. Siempre que lo hacía, más tarde, un poco antes del rosario, sentía la necesidad de confesarse con don Melendo para poder explicarle sus escrúpulos de conciencia. A doña María Josefa, las vibraciones del sillín de la moto le producían una delectación que lindaba con la concupiscencia. Pero don Melendo,  comprensivo con las flaquezas humanas, hacía un alto en sus ronquidos cuando dejaba de escuchar el runrún de la voz pecadora al otro lado de la reja y  lo arreglaba imponiendo como penitencia tres padrenuestros.

viernes, 15 de febrero de 2013

Meteoritos



Los meteoritos son como pedradas en ojo de boticario. Los hay de diversos tamaños y cuando pasan silbando la oreja queda una quemazón que para qué le quiero a usted contar. A Quinidio Senegüé, que por haber nacido un 15 de febrero le aplicaron ese nombre de pila, el de Quinidio, que fue un santo francés y que allí les llaman Quenin, que queda como más elegante, le pasó rozando un meteorito del tamaño de un garbanzo,  o lo que él entendió que era un meteorito, mientras apacentaba el rebaño de ovejas en un páramo cercano al pueblo de Ariza, que es el último municipio aragonés en la vieja vía férrea en dirección Madrid. También lo era en dirección Valladolid, antes de que levantasen la vía. El siguiente pueblo es Arcos de Jalón, que pertenece a Soria y a los parroquianos ya les cambia el habla. En Arcos de Jalón no debes preguntar a nadie a qué se dedica: todos son de la Renfe. A Quinidio Senegüé le pasó el meteorito por encima de la cabeza mientras charlaba amigablemente con un sobrestante que estaba en Arcos de Jalón en calidad de desplazado. Éste prefería decir que era capataz de obras públicas. A los sobrestantes se les reconoce de inmediato por varios motivos. El primero de ellos es que suelen hablar como los chulapos madrileños; el segundo, que son bajos de estatura, aunque bastante anchos de cuerpo; el tercero, que les gusta el anís, a ser posible el Anís Las Cadenas, de finísimo paladar, acompañado de magdalenas o rosquillas, y que, cuando toman una copita, levantan un dedo meñique con la uña muy larga; y el cuarto, que forman familia numerosa y que sus miembros viajan en el ferrocarril con un veinte por ciento de descuento. Hay más motivos para reconocerlos de inmediato, pero me quedo con los citados por abreviar. Quinidio Senegüé y el sobrestante desplazado a Arcos de Jalón por motivos profesionales comentaban no sé qué sobre la esquila de la raza talaverana cuando vieron una estela en el cielo como si se tratase de la propulsión a chorro de un avión. Pasó de largo a la velocidad del rayo, silbando y describiendo una parábola. A la caída de la tarde, ya de regreso al pueblo con el rebaño, a Quinidio le contaron unos vecinos lo que habían visto, que se correspondía con lo que había visto él. Nadie volvió a darle importancia al meteoro. El sobrestante, que carecía de lactasa suficiente para digerir leche sin fermentar, prefirió llevarse a casa  un cordero lechal que le entregó Quinidio a cambio de dos plumas estilográficas y un reloj de dudoso gusto.

Informes



En un informe, la OCDE recomienda al gobierno de España  pagar el subsidio de paro sólo a los que busquen empleo y alaba la restricción en el acceso a las becas universitarias. Veamos, el paro no es un subsidio sino un derecho de los trabajadores que han cotizado para recibirlo cuando son despedidos de la empresa donde prestaron sus servicios. Eso por un lado. Por otro, la restricción en el acceso a las becas sólo es hacer leña del árbol caído. Muchos estudiantes no hubiesen podido licenciarse o graduarse de no haber sido por esas ayudas del Estado. Por si ello fuera poco, flexibilizar los salarios y vincularlos a las condiciones económicas de cada momento, como así sugiere la OCDE, equivale a que los empresarios jueguen con ventaja, como lo han hecho siempre. Los responsables de la OCDE tenían las cartas marcadas, o sea, sabían que las perspectivas de una recuperación inmediata eran muy remotas, que el paro iba a seguir creciendo de forma exponencial hasta sobrepasar los 6 millones de trabajadores y que el Gobierno iba a ser incapaz de cumplir los objetivos de déficit, como así está sucediendo. En tiempos de bonanza económica a ningún empresario, sobre todo de la pyme, se le ocurrió pagar salarios por encima de los convenios provinciales establecidos entre Patronal y sindicatos. Si acaso, se entregaba algún “sobre” con cuentagotas a aquellos pocos “estómagos agradecidos” que el mal empresario estimaba oportuno desde criterios claramente subjetivos, al  supuesto estilo de Arturo Fernández, con lo que se creaba un “pésimo ambiente” laboral entre aquellos que no lo recibían, es decir, la mayoría. El empresario hacía bueno el dicho divide y vencerás. Tampoco hacía inversiones dentro de la empresa. Era “más práctico” guardar el dinero en el talego. Ya el pasado noviembre, sólo ocho días después de que el PP ganara las elecciones generales, hubo una reunión en La Moncloa entre Rajoy y el secretario genera de la OCDE, Ángel Gurría, donde éste exponía al presidente del Gobierno todo un inventario de medidas que debían ser tomadas en cuenta: subir más el IVA, abaratar el despido,  reformar las pensiones para bajar las prestaciones, suprimir la jubilación parcial, acabar con las deducciones en el IRPF por las aportaciones a planes de pensiones, suprimir con carácter retroactivo algunas deducciones por vivienda, endurecer las condiciones para cobrar el desempleo y revisar las prestaciones de viudedad. Y el pusilánime Rajoy entró al trapo de esa Organización, aplicando las “sugerencias” de Gurría e incumpliendo vergonzosamente todas sus promesas electorales.

jueves, 14 de febrero de 2013

Almas en pena



Hoy mi atención está puesta en Tommy, un pastor mestizo de trece años. Lo acabo de leer en La Gaceta. Acompañaba a su dueña, María Lochi, hasta la iglesia de San Bonaci y  esperaba con paciencia a la puerta hasta que terminaba la misa y la dueña volvía a aparecer. Y así todos los días todos los días hasta que la dueña murió. Pero el perro siguió acudiendo a la iglesia y terminó por meterse en su interior el día del funeral de su dueña. Tommy terminó por se aceptado por el sacerdote y éste no puso impedimento alguno a que permaneciese en el templo el tiempo que duraba el oficio. A nadie molestaba con ello. Pero ahora me entero de que Tommi ha muerto de un paro caro cardíaco. Fin de una historia.  No hace mucho sucedió algo parecido. Lo contaba la BBC y copio lo que escribió al respecto en su blog el veterinario Javier Birlanga el pasado 25 de noviembre: “el chino Lao Pan, de 68 años, soltero y sin otra compañía que su perro, falleció a principios de mes en la localidad de Panjiatun. Su perro desapareció poco después y reapareció para permanecer junto al túmulo. Y allí estuvo, impenitente, durante siete días sin moverse y sin probar bocado. Un hombre, que lo vio, intentó llevárselo a su casa para cuidarle y darle algo de comida, pero el perro regresó corriendo a la tumba. A los vecinos del lugar no les quedó más remedio que llevarle comida y bebida al lugar de descanso eterno de su amo”. Fin de otra historia. No sabemos si ambos perros morirían con la sensación de haber sido timados por la vida. Los perros sufren por lo que no comprenden. Existen cientos de casos parecidos. Tal vez sea cierto lo que contó Pío Baroja: “Los perros son almas en pena”.