lunes, 18 de febrero de 2013

El aeropuerto de Fabra




No es noticia que un avión aterrice en un aeropuerto. Cosa bien distinta sería que lo hiciese en un campo sembrado de cebollinos. Ello viene a cuento con lo acaecido en el Aeropuerto de Castellón, inaugurado el 25 de marzo de 2011,  donde hoy ha aterrizado una avioneta de AENA que ha sido recibida por los medios de comunicación presentes como si se tratara del viaje del “Plus Ultra”, solo que este viaje ha sido “con visibilidad buena” y con un corto recorrido, Manises-Castellón, es decir, de sólo 107 kilómetros. Ese es el triste resultado de una inversión de 150 millones de euros más lo que costó la famosa “efigie” de Carlos Fabra, un coloso de 24 metros de altura, 20 toneladas de peso y 300.000 euros de coste, dedicado al ciudadano al que más veces le ha tocado la lotería en España. Un despropósito en forma de escultura que ideó Juan Ripollés, consistente, como decía, en una gran cabeza, la de Fabra, de la que le sale un avión. El rostro de Carlos Fabra también figura, junto a los de otros políticos, en el retablo de una ermita en Vall d’Alba y no descarto que algún día su papo aparezca en las monedas de euro. Ahora ya solo queda que al aeropuerto de Castellón le den los permisos necesarios para que se permita la entrada y salida de aviones y, conseguido eso, decorar su entorno con unas pirámides y unas palmeras por si algún productor norteamericano decide hacer una nueva versión de “Los 10 Mandamientos” con Carlos Fabra haciendo de faraón Seti, su hija Andrea, la que dijo aquello de “¡que de jodan!” cuando anunció  Rajoy en la Cámara Baja el recorte a los parados, de princesa Nefertari y  Francisco Camps, de Moisés. No hay que desesperar. Si finalmente el aeropuerto no sirviese para el fin con el que se creó, al menos podría ser utilizado para el rodaje de películas épico-bíblicas al estilo de cómo las hacía Cecil B. DeMille.

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