martes, 19 de marzo de 2013

Fiebre privatizadora





Al Gobierno que preside Rajoy le ha entrado una fiebre privatizadora que comenzó con la Sanidad, le siguió la Enseñanza y, ahora, pretende hacer lo mismo con los centros penitenciarios. La cosa es alucinante. Quieren adelgazar la lista de funcionarios en los servicios públicos en beneficio de los hospitales privados, de los colegios de la Iglesia Católica y de determinadas sociedades mercantiles con capital privado. Día llegará en el que se sustituirá a los inspectores de Hacienda por cobradores del frac; a los jueces de carrera por jueces de paz, que salen más baratos; y al personal femenino del CNI por princesas alemanas, siempre que éstas sean rubias, con ojos azules y tengan unos apellidos imposibles de pronunciar por un vecino de Trespaderne. Interior ya ha contratado servicios de seguridad privada para 21 centros penitenciarios. Pronto las cárceles españolas serán lo más parecido al Aeropuerto de Barajas, donde conviven la  Policía Nacional, la Guardia Civil y un rabo de vigilantes privados que para qué te quiero contar. Jorge Fernández Díaz, ese “Superagente 86” de la cruz y la espada, declaró en enero pasado que “había que  reubicar el gran número de escoltas que ejercían en el País Vasco y Navarra y que se quedaron sin trabajo tras el anuncio de ETA del cese de su actividad armada”. Por ese  absurdo deseo de justificación de lo injustificable resulta que, como ahora sobrarán miembros de la Guardia Civil, se les podrá “reubicar” como ujieres en el Congreso, y a los ujieres en el Congreso sobrantes se les podrá reubicar como jardineros en El Pardo, y a los jardineros sobrantes en El Pardo se les podrá reubicar como camilleros en La Paz, y a los camilleros sobrantes en La Paz se les podrá reubicar como educandos de banda en el Regimiento de Infantería Ligera  Garellano 45, etcétera. Al final, por muchas combinaciones que hagan estas lumbreras que ejercen de ministros del gabinete Rajoy, siempre quedará un sobrante de personal equivalente a aquellos que ahora se pretende reubicar en las prisiones del Estado, con lo que se habrá hecho un pan como unas hostias.

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