miércoles, 27 de marzo de 2013

Tiempo al tiempo



El cuerpo insepulto de Hugo Chávez me recuerda lo leído en el ensayo “Juana la Loca”, en versión de Ludwig Pfandl. Conservo una edición de bolsillo de 1945 en la famosa “Colección Austral”, traducida del alemán por Felipe Villaverde. En aquel caso, y leo textualmente: “el cadáver de Felipe el Hermoso fue embalsamado; el corazón lo mandaron a Flandes en un estuche de oro. Felipe, según su última voluntad, deseaba descansar en el panteón real de Granada. Pero Juana no se acomodó a ello. Tan sólo permitió que depositaran transitoriamente el ataúd en la Cartuja de Miraflores, cerca de Burgos. Allí iba cada tres o cuatro días, mandaba abrir el féretro y examinaba si el cadáver tenía todo el buen orden, si no lo habían robado, cambiado o profanado”. (p. 89). En el caso de Hugo Chávez, que estuvo  postrado en una urna de cristal desde su muerte, ya ha pasado a una gaveta de granito que servirá de pudridero y ahí permanecerá los próximos 25 años, hasta que pueda descansar junto a los restos de Simón Bolívar. Pero la historia da muchas vueltas y nadie sabe en qué quedará ese deseo de tantos venezolanos y del propio Nicolás Maduro. Todos conocemos los tumbos que dio el cadáver de Eva Duarte, a la que se le iba a hacer un mausoleo gigantesco, el Altar de la Patria, y terminaron sus restos, después de viajar como la maleta del loco y gracias al interés demostrado por el general Lanusse, en una  sencilla bóveda del Cementerio de la Recoleta, de Buenos Aires. También el cadáver de Juana de Castilla tardó en tener digno acomodo. Muerta en la mañana de un Viernes Santo, 12 de abril de 1515, a los 75 años y después de haber estado recluída 46 de ellos en el castillo de Tordesillas, sus restos fueron depositados en el convento de Santa Clara, de Tordesillas, hasta 1574,  cuando Felipe II dispuso que la enterraran definitivamente en el panteón real de Granada, donde descansa junto a su marido y los Reyes Católicos. Ya habían pasado 59 años desde su muerte. Por cierto, del castillo de Tordesillas no queda ni una piedra en pie, al ser demolido en 1771 por amenaza de ruina. El Altar de la Patria nunca se construyó para Evita, la Reina de los Descamisados, y el destino definitivo de Hugo Chávez nadie lo sabe. Tiempo al tiempo.

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