lunes, 8 de abril de 2013

Ante todo, respeto




Lo que nos faltaba. Ahora, cuando hasta el monárquico ABC apuesta por un cambio en la Jefatura del Estado, está a punto de aparecer un libro en Editorial Foca, “Adiós, princesa”, de un primo de Letizia Ortiz, David Rocasolano, ventilando ciertas cuestiones íntimas de su prima, la princesa de Asturias. Por dignidad, nadie debería adquirirlo en las librerías. Por dos motivos: uno, por tratarse de un libro escrito desde el resentimiento; y, dos, porque la decisión de determinados actos voluntarios, los que fueren, pertenecen enteramente al ámbito privado de las personas. David Rocasolano demuestra con la publicación de ese libro que la lealtad a su sangre no es una de sus virtudes. Podrá tener su “minuto de gloria” firmando ejemplares, pero merecerá el mayor de mis desprecios. Cualquier ciudadano merece respeto y consideración. La princesa Letizia, también. No se puede ni se debe convertir España en una corrala llena de chismosos al estilo de la Casa de Tócame Roque, que tuvo situada en la madrileña calle del Barquillo, que tuvo que ser demolida en 1850 y que dio pie para que don Ramón de la Cruz escribiese el sainete “La Petra, la Juana, o el buen casero”. España está pasando por una crisis económica de tremendo calado, la corrupción aflora como si se hubiese destapado un frasco y  derramado toda la porquería existente en su interior, la Casa Real pasa por momentos delicados, muchos ciudadanos sufren el paro y pasan hambre, etcétera, pero este país no puede convertirse en un campo de Agramante, con riñas, discusiones, confusión y desorden. No es tiempo, tampoco, de hacer sainetes al estilo de “Los bandos del Avapiés o la venganza del Zurdo”. Letizia Ortiz está llamada a ser reina consorte por su matrimonio con el futuro Felipe VI y los españoles, también por dignidad, estamos obligados a respetar la vida privada de las personas. No todo vale en democracia cuando se falta al respeto de las Instituciones y de las personas. Ni trenes expresos embistiendo a carros de gitanos ni mandangas. Si quiere respeto el ciudadano David Rocasolano, deberá ganárselo sin hurgar en heridas ajenas produciendo daño.

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