“Hablar por boca de ganso”
equivale a repetir algo de cuya constancia se carece. No verifica lo que ha
oído, ni lo piensa, ni lo critica. Simplemente, habla. Por boca de ganso. José
Bono, expresidente de Castilla-La Mancha, expresidente del Congreso de los
Diputados y exministro de Defensa descarta la abdicación del jefe del Estado y
cree, y así lo ha expresado a Europa Press, que su hija menor debería renunciar
a los derechos sucesorios. ¡Pero si va en séptimo lugar! Bono entiende que ese
“gesto” de la infanta Cristina daría prestigio a la Corona. Personalmente
entiendo que eso no basta. Hay muchas cosas pendientes de aclarar ante el juez
Castro. Que deje o no de ser infanta le interesa a muy pocos ciudadanos. La
mayoría queremos justicia y que nadie se
vaya de rositas. Aquí, en este país, todo el mundo habla por boca de ganso.
José Bono habló por boca de ganso cuando dijo, y así lo publicó el diario ABC
el pasado 8 de marzo, que “Corinna no es una Mata-Hari”. ¿Y él qué sabe? José Bono
habló por boca de ganso cuando afirmó (ABC, 17 de abril): “Me consta de modo
fehaciente que el señor ministro (refiriéndose a García-Margallo) ha sido
escrupulosamente respetuoso con la legalidad y con el proceso electoral [en
Venezuela] hasta tal punto que el comunicado hubiese sido imposible en su
unanimidad sin su intervención”. Y él mismo, José Bono, que estuvo en Venezuela
como observador internacional, al referirse al proceso electoral venezolano
dijo:”Puede haber alguna irregularidad, pero el proceso ha sido limpio”. Vamos
a ver, si pudo haber alguna irregularidad en el proceso electoral, ya no fue
limpio. No se puede decir una cosa y la contraria. ¿Acaso Bono ayudó a contar
por segunda vez las papeletas, como reclamaba Capriles? No me consta que se
recontaran para tratar de “amansar” al otro candidato en liza. Por tanto,
volvió a hablar por boca de ganso. García-Margallo dijo sobre Venezuela que
“desconocía implícitamente los resultados firmes y claros”. Digamos la verdad:
Maduro amenazó a España con varias medidas a todos los niveles si el ministro no
rectificaba. Y García-Margallo “se la tuvo que envainar”, viéndose obligado a tener
que declarar más tarde: “tomo nota de la victoria del candidato chavista”. Las
cosas se habían puesto feas. El príncipe no acudió al acto de toma de posesión
de Maduro “para no estar expuesto a la inestabilidad política de Venezuela”. El
Gobierno optó por mandar una delegación encabezada por Jesús Posada en
representación de España, donde tuvo que tragarse sapos y culebras escuchando
de boca de Maduro el conocido “¡Cuidado España!” en su primer discurso como
presidente electo, al tiempo que recordaba: “Ocúpense, que tienen el 25% de desempleo,
que le quitan las casas a los trabajadores, que están llevando un paquete neoliberal
que esta llevando destrucción y hambre…etc.”. Previamente, el martes por la
tarde, el embajador español en Caracas, Antonio Pérez-Hernández, se había
reunido con el canciller venezolano, Elías Jaua. Y el ministro García-Margallo,
cuando las aguas revueltas volvieron a su cauce, se vio obligado a tener que
declarar a los medios que “había habido un malentendido”.
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