Leo que el consumo de
tranquilizantes se dispara por la angustia ciudadana. Bueno, aquí hay que hacer
algo. O el aparato del Estado, o nosotros, que constituimos el Estado. Hemos
engendrado y alimentado a un monstruo que se ha crecido más de la cuenta y se
nos come por los pies. Es hora de dejarse de pamplinas y salir a la calle de
forma pacífica por todos los rincones, como si fuéramos piojos entre costuras,
para intentar acabar con este estado de cosas. Al ciudadano no se le permite
acercarse a menos de trescientos metros de las viviendas de los políticos. En
España se han confundido los escraches con la peste y esos políticos en
ejercicio deben ponerse las mascarillas para evitar que les contaminemos con
nuestra desgracia colectiva. A éstos les interesa, pues eso, que permanezcamos
dentro de nuestras chabolas en vertical y no dejemos de tomar la pastilla, que
es como aquel bromuro que echaban en la mili a la marmita de la sopa para
reducirnos la libido. Pero ya no hay mili y el bromuro ha sido sustituido por
el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, que ha afirmado que “en
los colegios los niños se plantean su condición sexual por ciertas ideologías
que se han introducido en el ámbito de la enseñanza”.Añade que “estamos ante una
verdadera sociedad enferma y una cultura de la muerte”. Lo que no cuenta ese
lerdo es que esa “sociedad enferma” entrega a la Iglesia Católica más de 11.000
millones de euros anuales para, entre otras cosas, mantener a tipos como él. De
todas formas, mañana va Rajoy al Vaticano para decirle a Francisco que no se
preocupe, que aquí tiene su casa y no le va faltar de nada. El mundo teme a
Corea del Norte y en este “estado del miedo”, al Gobierno de España sólo le
preocupa en estos momentos sacar adelante una ley orgánica que afore a los
miembros de la Familia Real
para que sólo puedan ser juzgados por el Tribunal Supremo. ¡Qué pena de
ministro de Justicia! Hoy es 14 de abril y hace justo 82 años que un rey,
Alfonso XIII el Africano, tuvo que salir
de España por patas. Por favor, que el Gobierno deje ya de tocarnos los
cojones.
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