domingo, 5 de mayo de 2013

829 kilómetros





Leo que dos guardias civiles recorrerán  829 kilómetros en bicicleta, o sea, un kilómetro por cada ciudadano asesinado por ETA, al tiempo que Guillermo Toledo Monsalve, más conocido como Willy Toledo, anunciaba en una entrevista el pasado 27 de abril en la cadena venezolana TeleSur  que piensa irse a vivir a La Habana y que en España “hay que crear un nuevo Frente Popular para asaltar el poder” y “lo injusto que se es en España con los presos de ETA”. ¡Chupa del frasco! A mi entender, los españoles deberíamos pagar a escote el viaje de ida de Willy Toledo a Cuba y dejarle abonados una docena de mojitos en  La Bodeguita del Medio. La cuestión es que se largue de una vez y que no regrese. Lo dejó escrito Nicolás Guillén: “Marejadas de añejo, de otra zona. / Brindo porque la historia se repita”. Willy Toledo desea que echemos hacia atrás la moviola de la historia sin calibrar sus consecuencias. Nicolás Guillén, autor de esos versos, estuvo en España en 1937, a fin de poder participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Willy Toledo, en cambio, cada vez que hace declaraciones la caga pata abajo y confunde la realidad de un Estado de Derecho con  “El club de la comedia”. No conozco a esos dos guardias civiles que van a ponerse a pedalear en recuerdo de los ciudadanos asesinados por la banda terrorista y sí que me gustaría estrecharles la mano. Yo viví varias temporadas veraniegas en un determinado pueblo costero de Guipúzcoa en la década de los 70 y todavía recuerdo el desprecio cruel y gratuito de tenderos y de ciertos vecinos locales presentes en la tienda hacia las esposas y los hijos de aquellos guardias civiles que habitaban en la casa-cuartel y que no hacían cosa distinta a cumplir con su deber. Para aquellos vecinos locales y para aquellos tenderos, las mujeres e hijos de aquellos miembros de la Benemérita eran despreciables “txakurros” que hablaban con marcado acento extremeño o andaluz. Reconozco que sentía vergüenza ajena y que en algunas tiendas dejé de comprar  por su sórdida actitud y, también, por dignidad.

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