miércoles, 29 de mayo de 2013

Banderas evocadoras




Casi todas las semanas, alguna falla, alguien se empeña en distribuir el boletín parroquial en determinados buzones y resulta que yo soy uno de esos “agraciados” en recibirlo. Es como la propaganda habitual del súper donde se anuncian interesantes ofertas en la pescadilla y en las pastillas del lavavajillas, o del fontanero que ofrece la máxima seriedad en trabajos con o sin factura,  sólo que el boletín parroquial al que hago referencia es más selectivo en su buzoneo. Y yo hasta lo leo por enterarme en su apartado de  “movimiento parroquial” quiénes fallecen sobre los que se tiene noticia, cuándo se les hace el funeral, los bautismos, las bodas, etcétera. Lo cierto es que no conozco a ninguno de los nombrados, pero me entretiene su lectura. Pues bien, resulta que bajo el título “Aquellas viejas banderas”, un coadjutor que firma con las iniciales J.A.G.G., expone en la primera página que “nuestro querido párroco ha tenido la feliz idea de rescatar las viejas banderas de los jóvenes y adultos que integraban en otro tiempo las filas de la Acción Católica. El pasado Miércoles Santo pude verlas, limpias, hermosas y evocadoras, colocadas en la nave derecha de la iglesia”. Y tras una catarata de elogios, termina dando las gracias al actual párroco “por devolvernos los estandartes que guiaron y alimentaron nuestros ideales y sueños en aquellos benditos años”, haciendo referencia al periodo comprendido entre 1949 y 1955, que fue la etapa en la que ese coadjutor sirvió en esa parroquia. Queda claro que el coadjutor J.A.G.G. siente nostalgia de un tiempo pasado, que para él fue mejor. Bueno, vale. El caso es que hoy al leer “El País”, que no es un boletín parroquial sino un periódico serio, solvente y responsable pese a lo que diga Aznar,  me he topado de frente, como cuando un mercancías se empotra contra el expreso de Badajoz, con un artículo firmado por José María Izquierdo (“Abajo no está arriba, ni arriba está abajo”) donde su autor comenta, entre otras cosas de indudable interés, “cómo explicar con detalle el impúdico apoyo de la jerarquía católica a la mugrienta cruzada de Francisco Franco, aquel glorioso general que tras fusilar a miles de españoles entraba en las catedrales bajo palio y al que los cardenales rendían pleitesía medieval. ¡Claro que es conveniente que nuestros infantes estudien tan piadosas gestas!”, refiriéndose a la asignatura de Religión que Wert se ha empeñado en hacerla evaluable en los exámenes. Y me he acordado de las viejas banderas de Acción Católica que el ecónomo de mi parroquia ha rescatado del olvido y las ha dejado “limpias, hermosas y evocadoras” en la nave derecha de la iglesia. Pues nada, que Wert tome buena nota y disponga colocar en la fachada de los institutos de Enseñanza Secundaria esa bandera, la de Acción Católica, para que ondee al viento junto a la de España, la de Europa y la de la Comunidad Autónoma correspondiente, ahora que se intentan recristianar las costumbres de los laicos, como en el sexenio revolucionario, e instaurar el reino de Cristo una vez comprobado que el reinado de Juan Carlos no pasa por sus mejores momentos.

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