lunes, 13 de mayo de 2013

Recetas que llegan tarde




El amigo Roberto Pérez, periodista y bilbilitano de nación, cuenta en el diario ABC que una entidad bancaria, Caja Inmaculada, “enseña por 150 euros cómo evitar que otros nos minen la moral”. Curioso y pintoresco a la vez, cuando resulta que tales consejos llegan de la mano de una entidad de ahorro “manejada” desde dentro por políticos autonómicos, sindicatos y el Arzobispado de Zaragoza. No hay que olvidar que CAI, que forma parte de Grupo Cajatrés desde su fusión fría con Caja Círculo de Burgos y Caja Badajoz, aunque este primer trimestre haya obtenido en su conjunto 22 millones de beneficio, cerró el ejercicio 2012 con unas pérdidas de 1.039 millones de euros, tras realizar dotaciones por 1.622 millones, en su mayor parte para riesgos inmobiliarios, es decir, que se pilló los dedos a la hora de conceder hipotecas sin asumir el riesgo necesario; que en la actualidad ofrece bajas incentivadas a  455 empleados de menos de 55 años y cerrar 187 oficinas; y que el Grupo parece que será absorbido por Ibercaja una vez que esté debidamente saneado. Las cajas de ahorro, y Caja Inmaculada también, puesto que se creó el 21 de marzo de 1905 por Acción Social Católica de Zaragoza con el nombre de Caja de Ahorros y Préstamos de la Inmaculada Concepción, a partir de 1977 todas ellas se metieron en un jardín cuyo funcionamiento desconocían. Se eliminaron las restricciones legales a su actividad de “toda la vida” y se dedicaron a hacer aquello que hasta entonces correspondía a la banca privada y que ellos desconocían por completo. Pero al estar reguladas jurídicamente por las Comunidades Autónomas dejaron de ser entes de carácter social para servir a los políticos de turno. Y de aquellos polvos vinieron estos lodos. Cajas que necesitaron rescate de la UE a través del FROB poniendo como avalistas del disloque a todos los españoles. Para ello se modificó la Constitución  “de tapadillo”, con Rodríguez Zapatero en el poder, aprovechando la época de verano y sin la intervención de las urnas. Se daba prioridad a pagar la deuda contraída con Alemania por cajas y bancos aunque no hubiera dinero para Sanidad o Educación.  Bankia es un ejemplo claro de lo que no se debió hacer. Pero bueno, a lo que iba. En ese cursillo curioso y pintoresco que ahora ofrece la CAI a cambio de 150 euros se enseña a saber tratar a “los autoritarios, sabelotodo o quejitas”. Para mí que los sabelotodo fueron los directores de agencias (presionados por las oficinas centrales) para colocar las “preferentes” a clientes de escaso conocimiento, y eso del cursillo no sé si ayudarán mucho a curar el desánimo de los que se quejan con razón. No cabe duda de que hay recetas que llegan tarde. Ésta que ofrece la CAI ahora es una de ellas. Las cajas de ahorro, en general, además de habernos minado la moral con hipotecas abusivas, con la aplicación de suelos a la hora de poder bajar los intereses, con desahucios inmisericordes y con alarmante falta de crédito a  pymes y  particulares, nos han limpiado los bolsillos de forma descarada. Y, ahora, inexplicablemente, quienes nos engañaron sin haber pisado la cárcel se permiten el lujo de dar lecciones y encima cobrarlas.

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