miércoles, 19 de junio de 2013

A buey viejo, cencerro nuevo




Como la Generalidad Valenciana no paga ni a dios, los enfermos de la unidad de Cirugía del Hospital General de Castellón, para sustituir los timbres de aviso a la enfermera por parte de los pacientes, les han hecho a éstos entrega de unos vasos de plástico de los que se utilizan en la recogida de orina con unos clips en su interior, para que tintineen a modo de sonajero. “La Consejería de Sanidad asegura –según comenta El País hoy- que solo faltan por pagar 1.500 euros, que se abonarán en breve” y parece ser que las piezas necesarias para la corrección de esa pintoresca anomalía en los timbres  se arreglará cuando lleguen unas piezas desde Barcelona”. Díganme ustedes si no es para llorar. Yo propongo que, a partir de hoy, a los enfermos citados para abrirles las tripas les obliguen a llevar al hospital, además de los adminículos de aseo personal, una campanilla como las que usan los monaguillos o la carraca que guardan en el armario desde el último desfile procesional. Así, un toque puede indicarle a la enfermera que se le está acabando el gotero; dos, que acaba de devolver la cena; tres, que si debe tomar la pastilla verde o la roja; y, cuatro, que orina oscuro. Lo malo será si tocan varios enfermos a la vez la campanilla o la carraca y se produce un jeroglífico de lenguas como se cuenta en el Génesis que sucedió mientras construían la Torre de Babel para alcanzar el cielo. Porque en Castellón está siendo difícil alcanzar no ya el cielo sino las nubes, si tenemos en cuenta que el aeropuerto de Fabra no dispone de aviones aunque se pagan más de 7.700 euros al mes de luz y lleva gastados otros 30 millones en publicidad. Se da la paradoja de que, mientras los institutos no podían pagar la calefacción el aeropuerto tenía una gran iluminación, se supone que para iluminar las pistas a los coches de carreras, o para que los paseantes de la zona pudieran ver el monumento a Fabra, esa cabeza enorme desde la que despega un aeroplano.  En fin, no deseo meterme ahora con la señora Mato, ya que las competencias de Sanidad están transferidas. Pero al ministro Wert sí le recriminaría que el aprendizaje de toque de campanilla no esté contemplado en la nueva  LOMCE, que es como una campana sin badajo. Todo el mundo debería conocer el lenguje de la campanilla para salvarnos de situaciones no deseadas, como sucede ahora en ese Hospital General de Castellón. Al menos la técnica básica, los patrones rítmicos, los compases, las combinaciones de duraciones de las notas y el control de la reverberación. Existe un “Entrenamiento básico para campanas”, de Venita MacGorman, que podría practicarse a la hora del recreo, o al tiempo en el que los que mean agua bidestilada asisten a clases de Religión.

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