sábado, 22 de junio de 2013

Sobre mapas, hules y botijos




No sé cómo se les ocurre a los vecinos del Condado de Treviño decir  que quieren ser alaveses. ¡Hombre, por Dios! Plantearon mal la reivindicación y de eso no cabe la menor duda. A mi entender, deberían haber propuesto que querían ser de Bilbao, porque los de Bilbao nacen donde les da la gana. Claro, como lo plantearon de forma deficiente, llegó la Junta de Castilla y León y señaló que, de eso nada, que tenían que ser burgaleses por encima de todo. Es decir, por arraigo. Castilla no es menos que las provincias Vascongadas y aquí nadie es menos que nadie.  Y si los de Treviño se enfadan, que se lo cuenten al espectro de Enrique II de Trastámara, que entregó la plaza a Pedro Ruiz de Manrique, Adelantado Mayor de Castilla y duque de Nájera; o a Javier de Burgos, que en 1833, cuando hizo la división territorial primó el criterio jurídico ante el geográfico. Javier de Burgos, secretario de Estado de Fomento, se limitó a cumplir los deseos de Cea Bermúdez. Es decir, que si invocan a su espectro, y si es que se manifiesta, dirá que él era un mandado, que sólo le interesaba Horacio. Y lo que sucede  con el espectro de Enrique II  es que no se sabe muy bien dónde se encuentra, porque sus restos mortales anduvieron errantes como la maleta del loco, estuvieron en Burgos, después en Valladolid y más tarde, ya definitivamente, en Toledo, enterrado sobre la sillería del coro de la Catedral, aunque en la Catedral de Santo Domingo de la Calzada están depositadas sus entrañas. Vamos, un lío si es que alguien pretendiese ir a contarle el motivo de su enfado. De nada sirvió que ya en el s.XX el exjesuita Javier Arzalllus, del PNV, y Juan María Bandrés, de EE, a quien Dios tenga en su gloria, por aquello del Estatuto de Guernica, pensaran que el artículo 8 contemplaba que el Condado de Treviño debía pasar a Álava; y el Valle de Villaverde, que está en Cantabria, a Vizcaya. Yo tuve un abuelo materno que nació en Lanestosa (Vizcaya) y nunca deseó ser de Soba, en el partido judicial de Laredo. Tampoco cuajó que Lanestosa se llamase Isasti, como pretendían algunos discípulos aventajados de Sabino Arana; ni La Nestosa, como refiere  Pérez Galdós en “Vergara”, el séptimo episodio de la tercera serie de los “Episodios Nacionales”,  o sea, en el tiempo que va desde la Primera Guerra Carlista hasta la Regencia de María Cristina. Mejor dejar las cosas como están. Los mapas sólo quedan lustrosos si se plasman sobre esos hules colocados a modo de mantel y cuando cubren las mesas-camilla con el botijo asentado sobre la provincia de Oviedo. Como decía Juan Ramón Jiménez: “No la toques más, / que así es la rosa”.

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