viernes, 26 de julio de 2013

El maquinista, ¿culpable?




Ayer visitaron hospitales y el lugar del accidente ferroviario de Galicia los Reyes. Hoy lo han hecho los Príncipes con un protocolo parecido. Un detalle que se agradece, pero la noticia del día en la prensa, tanto de ayer como de hoy, de ninguna de las maneras lo constituyen esas visitas. Ayer, digo, los Reyes, hoy los Príncipes. Y tanto ayer y hoy  las calles abarrotada de ciudadanos para vitorearles. De entre esa multitud, la voz de una mujer anónima gritando a la princesa consorte: “No se olvide de los enfermos”, como en los cuentos de Calleja, cuando la princesa podía transformar a un pastorcillo de cabras en duque  o en rana. Adif, en boca del presidente Gonzalo Ferré, le echa la culpa al maquinista. Francisco José Garzón Amo, que bastante tiene ya encima y hace bien en negarse a declarar en el interrogatorio policial, está herido física y psicológicamente y merece respeto. El jefe de Policía, Jaime Iglesias, ha señalado a los medios que el maquinista “está imputado por un hecho delictivo vinculado a la autoría del siniestro”. Pero bueno, ese hombre de qué va. Haría bien en no hacer valoraciones subjetivas y en dejar trabajar a la Judicatura. Yo tenía entendido que era a los jueces a quienes correspondía imputar a los ciudadanos cuando éstos, los jueces, entendían que podían existir indicios de hechos dolosos, pero el tal Jaime Iglesias ya da por hecho que el maquinista ha cometido un “hecho delictivo” sin tan siquiera atribuirle la presunción de inocencia. Siento vergüenza ajena. A este paso, pronto llegará el día en el que los ciudadanos nos veamos obligados a tener que probar nuestra inocencia frente a las acusaciones de cualquier funcionario del Estado, como sucedía en el franquismo. Es el mundo al revés. Si el maquinista había pasado sesenta veces por la curva de Angrois, como ha señalado el presidente de Renfe, Julio Gómez-Pomar, queda claro que conocía perfectamente el trayecto. Parece una frivolidad, en cualquier caso, que los responsables de Renfe y de Adif apuntaran como hipótesis el fallo humano antes de proceder a la  investigación de las causas de la catástrofe. Pero el presidente de Semaf (sindicato de maquinistas), Juan Jesús García Fraile, hacía una defensa de su compañero y ponía en cuestión la versión oficial. Declaraba: “El sistema de seguridad instalado en ese tramo, el ASFA, disponía de un mayor grado de dependencia del factor humano que el sistema europeo de gestión del tráfico ferroviario (ERTMS). También añadía que si este último hubiera estado desplegado en la zona del siniestro el accidente no habría ocurrido”. Aquí lo más fácil es culpar al maquinista para acallar a los consternados ciudadanos hartos. Siempre pasa. Y si el maquinista hubiese muerto en el descarrilamiento, miel sobre hojuelas, carpetazo y asunto zanjado. No es eso, no es eso. El desgraciado accidente de Angrois no es el “crimen del cortijo de Los Galindos” ni Francisco José Garzón es José González, aquel tractorista suicidado sobre el que recayeron todas las culpas y sobre el que más tarde serían desmontadas las hipótesis oficiales. No hubo otra justicia. No existe otra justicia cuando no interesa que la haya. Lo estamos viendo casi a diario en este país, cuando comprobamos estupefactos que no se adaptan los delitos a los códigos sino a la inversa. Y cuando un asunto grave concierne a determinadas esferas de poder, sencillamente se espera a que el delito  prescriba o, simplemente, se le condena para, al poco,  proceder al indulto del delincuente en Consejo de Ministros.

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