jueves, 18 de julio de 2013

Franco en la nevera de la Historia




A Eugenio Merino se le echó encima la Fundación Francisco Franco por haber representado con su  “Always Franco” al anterior jefe del Estado crionizado dentro de una máquina de refrescos y presentarlo el año pasado en la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid. Pero un indignado Jaime Alonso, jefe de la asesoría jurídica de Manos Limpias y vicepresidente de esa Fundación, acudió el año pasado con un notario a ARCO para tomar fotografías y levantar acta. La Fundación presentó una demanda contra el artista y ahora, un año más tarde, un Juzgado de Madrid, concretamente la juez Rocío Nieto, la ha desestimado por considerar la obra como “una creación artística que no pretende mostrar unos hechos reales, sino recrear desde la ficción una imagen lejana en el tiempo y situarla en una época muy distinta”. Sin embargo, Jaime Alonso ya ha informado a los medios que se recurrirá esa sentencia y se llevará hasta el  Tribunal Supremo, “para saber si las más altas instituciones del Estado también están en esa tesitura laxa y tolerante, hasta extremos inconcebibles”. Ya ven cómo están las cosas en el búnker. Hoy, 18 de julio, se me ocurre que meter el “espectro” de Franco en una nevera, como hizo Eugenio Merino el año pasado, tampoco es tan grave, si tenemos en cuenta que ese militar africanista que tanta admiración causa a Jaime Alonso (no confundir con el homónimo marido de Fátima Báñez) fue un sátrapa que favoreció un golpe de Estado, que nos sumió en una fratricida guerra civil que duró casi tres años y que permaneció en el poder otros  40 con un régimen autoritario que más vale intentar olvidar. Como se cuenta hoy en “El acento”, en las páginas de El País, “Atildado como solía [Franco], con impecable uniforme militar y pertrechado tras oscuras gafas de sol, la imagen del dictador contrastaba con una posición más bien ridícula: en semicuclillas y encajado en el interior de una nevera que le venía pequeña (…) pero, a diferencia de lo que ocurre en los regímenes autoritarios como el de Franco, en los que no cabe ninguna libertad, tampoco la artística, en democracia la libertad de expresión es un derecho fundamental. Resulta difícil imaginar siquiera la existencia en Alemania de una Fundación Adolf Hitler que se atreviera a llevar a los tribunales a artistas por cuestionar, con su arte, el nazismo. Pero en España el franquismo no ha sido sometido a una revisión histórica como la que el nazismo ha sufrido en Alemania y sus herederos se atreven a perseguir a los artistas ante los tribunales”. A Francisco Franco parece poca cosa meterle dentro de un refrigerador, como hizo Merino. La figura de Francisco Franco habría que meterla en el Museo de los Horrores. Los frigoríficos sirven para contener bebidas refrescantes; y la Historia, para refrescar la memoria colectiva.






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