viernes, 5 de julio de 2013

Tejero, su nieto y el Rey ausente




La noticia es que el Príncipe ha presidido la entrega de despachos en la Academia General Militar de Zaragoza en ausencia del Rey. Bueno, algo normal que ocurre todos los años y que merece unas líneas en la prensa diaria. Pero este año ha sido diferente en algo. Este año, digo, en la tribuna destinada a espectadores y familiares al acto, atentos todos ellos a la ceremonia de los nuevos oficiales del Ejército, se encontraba el exteniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, el golpista el 23 de febrero de 1981 cuya foto pistola en mano en la tribuna del Congreso dio la vuelta al mundo. Para la prensa extranjera había penetrado en las Cortes un militar portando una montera sobre su cabeza. Todo más folclórico que lo acontecido con Pavía. Para cierta prensa extranjera, digo, sólo se echaba en falta la ausencia de un “pablorromero” y los acordes del pasodoble “Amparito Roca”. Este hombre, que pasó por la AGM cuando contaba 19 años, sería condenado por esos hechos a 30 años de reclusión por delito de rebelión militar. En prisión supo aprovechar el tiempo. Desarrolló su afición por la pintura, escribió sus memorias, aprendió idiomas y cursó la carrera de Geografía e Historia. En la actualidad se dedica a cultivar aguacates. El motivo de su visita a la AGM hoy ha sido con ocasión de poder participar en la entrega de despacho a uno de sus nietos. En marzo de 1981, ya en prisión, escribió una “histórica” carta que sería publicada por el diario ABC. Casi al final de la misma, afirma: “Yo me he declarado responsable de todo. Yo ordené los disparos. Yo ordené a todo el mundo que se tumbara en el suelo. Yo distribuí y ordené los servicios y los vigilé. Mi fuerza sabe que conmigo no se juega, y en mi poder está ese documento que exime de responsabilidades a guardias, cabos y suboficiales. ¡Señores, soy el único responsable de lo sucedido dentro de las Cortes!”. Treinta y dos años y medio más tarde, vemos a un Antonio Tejero en una tribuna y en un  acto presidido por el príncipe de Asturias. Todo tiende a la estratificación. También la Historia. Lo sucedido aquella malhadada tarde en el Congreso parece que hubiese sucedido en tiempos de los dinosaurios.

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