sábado, 10 de agosto de 2013

Es el ocaso




En este país, al menos hasta ahora, la atención informativa durante el mes de agosto estaba centrada en el veraneo real y en los desplazamientos del “Fortuna” por aguas mediterráneas. Los empresarios de Baleares se lo regalaron al Rey porque decían que ello ayudaba a promocionar Mallorca. Pero Mallorca ni el resto de las islas  necesitan promoción. El Rey lo donó a Patrimonio Nacional para disfrute de la Corona. Y siempre se respetó el uso exclusivo de aquel barco. Un día el Rey renunció a su uso y disfrute y, además, decidió pasar muy poco tiempo en Marivent. Para colmo, a Letizia se le “escapó” señalar que “unas vacaciones en Mallorca ni son vacaciones ni es nada”. A mi entender fueron unas desafortunadas declaraciones viniendo de la nieta de un taxista. Pues bien, ese barco con marca de cigarrillos está previsto que sea devuelto a los empresarios que lo donaron y que ahora groseramente lo reclaman. Ya no sabemos tampoco si don Juan Carlos se habrá convertido para los restos en un  marinero en tierra; que, curiosamente, es el título de un libro de poemas de Rafael Alberti, publicado en 1925 y con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía: “Prepara tu barca, niña. / Yo seré tu batelero”. Día llegará en el que  el Palacio de Marivent, terminado de construir por el arquitecto Guillermo  Forteza para el pintor Juan de Saridakis el mismo año en que recibiera el premio Alberti, se convierta en un centro de utilidad pública, como La Magdalena. Al morir Saridakis en 1966, su viuda, Anunciación Marconi, cedió el palacio y los terrenos colindantes a la Diputación  Provincial de Baleares a condición de que se crease un museo abierto al público dedicado a su marido. Pero aquellas palabras se las llevó el viento. Sólo siete años después la Diputación  cedió aquella propiedad a los entonces Príncipes de España, abrigando el presentimiento de que tanto Franco como el franquismo ya tenían fecha aproximada de caducidad. De nada sirvió el posterior justificado enfado de la señora Marconi. Algo parecido se intentó con La Mareta, en Lanzarote, regalo de Hussein de Jordania a finales de los 80 al Rey y que éste donó a Patrimonio Nacional. Cuando no se desea cargar con gastos de mantenimiento, y éstos se cargan al pueblo soberano, tampoco se puede exigir exclusividad en el disfrute. Allí murió la condesa de Barcelona el 2 de enero de 2000 y por allí pasaron en calidad de invitados del Gobierno, Helmut Kohl, Gorbachov, Schröder, Václav Havel y Nazarbayev, (además de los príncipes de Asturias y Leonor en 2005, cuya estancia no pongo en cuestión), Aznar, Zapatero, y Rato. Es decir, que de ser una residencia destinada para uso de la Familia Real pasó a convertirse en una sucursal de la madrileña  Posada del Peine. Cuando algo es de Patrimonio Nacional ya se sabe su destino: el que desee el Gobierno. Recuerden cuando a Felipe González le dio por navegar en el yate “Azor”, ahora convertido en chatarra histórica. Fue un desacierto, no por el hecho de utilizarlo sino por la soberbia que ello conllevaba. Todo tiende a la estratificación, ya se sabe. “¡Pobre barquilla mía, entre peñascos rota, / sin velas desvelada, y entre las olas sola!”. Es el ocaso.

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