domingo, 1 de septiembre de 2013

"Ad lib."




Tal vez  Manuel Martín Ferrand utilizó como cabecera de sus artículos en ABC la expresión latina “Ad líbitum” para que, de alguna manera, fuesen leídos a voluntad del lector. Hijo de farmacéutico y nieto de médico, Martín Ferrand conocía por las recetas y por la posología descrita en los prospectos de los fármacos que algunos de ellos podían tomarse “ad lib.”, es decir, a voluntad del enfermo. Y yo, que todos los días leía su excelente columna, en alguna ocasión hasta dos veces seguidas, tomaba buena nota de su “ad lib.” y me concentraba en su lectura una y otra vez con devoción de aprendiz. En los artículos de Martín Ferrand, como en la música, se podían alterar los “tempos”, pero nunca las notas. Martín Ferrand conocía como nadie el “tiburoneo” en la España de la Transición. Lo de ahora es otra cosa que no sé como definirla. Es igual, no importa. Ayer leía su discurso con motivo de la entrega del “Cavia” en la Tercera de ABC y me quedé con una frase, casi al final, donde recordaba a Gay Talese, el norteamericano que ayudó a definir el periodismo o reportaje de no ficción, o sea el “Nuevo Periodismo”. Y Martín Ferrand dijo: “Soy periodista porque, como bien define Gay Talese, en definición que supera todas las demás que conozco, es periodista quien dice serlo, hay una empresa que le reconoce como tal y le paga por ello. El problema reside en que, por su falta de especialización, y sin atender a su juego, [se refería Manuel Martín Ferrand al juego de Antón Perulero] últimamente hay empresas que están dispuestas a reconocer a cualquiera”. Y me quedo, también, con el elogio que le dedicaba Fernando González Urbaneja. Recuerda cuando “su amigo Pérez Puig le pidió un  prólogo para el programa de una obra de Jardiel, y luego reclamó un añadido a la firma, porque Luis María Anson incluyó ‘de la Real Academia’. Manolo, al instante, propuso: ‘Manuel Martín Ferrand, de La Coruña’. Un título muy civil. Y así salió publicado”. Sobre el funcionariado, en su artículo “La dictadura del funcionariado” (ABC,16/6/10), al hacer referencia a las  medidas de austeridad proclamadas por Papandreu, definió al colectivo griego de esta guisa: Esa casta que tiende a esclerotizar al Viejo Continente y que, con más derechos que obligaciones, se ha adueñado de la propiedad de su puesto de trabajo, al que incluso considera hereditario, y pretende vivir sin la incertidumbre que acompaña a los ciudadanos que, con sus impuestos, les retribuyen y mantienen”. Muchos se dieron por aludidos en España, ellos sabrán por qué, y Martín Ferrand recibió respuestas de energúmenos de todos los colores, todos muy desagradables. No le importó. Entendía que eran gajes del oficio. A mi entender, tenía razón en su exposición. Ahora, hasta Merkel ha reconocido que Grecia no debió entrar en la Europa del euro. Lo cierto, y eso sí me importa, es que ya no podré leer “ad lib.”, es decir, a voluntad, a  un periodista honesto que creó escuela. Y bien que lo siento.

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