martes, 17 de septiembre de 2013

Hatajo de mangantes




Hoy, martes, la reina Sofía entrega en Cádiz la bandera de combate al buque de proyección estratégica "Juan  Carlos I", una vez que Cataluña se negase a que en Barcelona tuviese lugar esa ceremonia. Y mañana, miércoles, llegará a Madrid Guillermo, el nuevo rey de los Países Bajos, acompañado de Máxima, su consorte. Será una visita oficial de sólo unas horas. Qué quieren que les diga. Tanto la entrega de la bandera de combate hoy, como la llegada de los reyes holandeses mañana, son cuestiones que sólo interesan a las revistas de papel couché que se hojean en las peluquerías y donde doy por hecho que se destacará la deslumbrante belleza de las reales consortes del nuevo rey y del príncipe de Asturias. Dice Peñafiel que “mientras Letizia es fría, distante, de agresiva mirada y mandona; Máxima es la máxima expresión de la naturalidad, de espontánea y fácil sonrisa, hedonista, vital, mira con ojos vivos, inmensamente inteligente y divertida”. Como diría José Plá, ¿y todo eso, quién lo paga? Supongo que los mismos que pagamos los langostinos de Sanlúcar  de Barrameda que Borbolla y su comparsa se metieron entre pecho y espalda en París, durante los 80, siendo éste presidente de la Junta de Andalucía, a bordo de un “bateau-mouche” por el Sena; los mismos que corrimos con los gastos de aquel concejal de IU, Antonio Rodrigo Torrijos, que presuntamente pagó una mariscada el 22 de abril de 2008, durante la European Seafood Exposition de Bruselas, el mismo día que la comitiva de Mercasevilla llegaba a la capital de Bélgica. Se sabe que él y otros seis (cinco miembros de la cúpula directiva de Mercasevilla y dos mayoristas de pescados) se acercaron hasta el restaurante “La Bergerie -Mare Nostrum”, situado a 7’4 kilómetros de distancia. Según afirmaba Libertad Digital (21 abril, 2013), “tras la gran comilona, ni siquiera fueron a visitar la feria, motivo del gasto de dinero público de viajar a Bruselas tan amplia comitiva. Se subieron al furgón alquilado y se fueron a Brujas, donde habían reservado las habitaciones, concretamente en el hotel NH. El resto del viaje consistió en acudir dos horas al recinto ferial el miércoles 23 de abril al mediodía, vuelta a Brujas para pasear por uno de sus canales en barca y desplazamiento a Gante para conocer la ciudad y cenar en el restaurante “Brasserie Pakhuis”, especializado en ostras, otro ágape que costó 539,50 euros. En esa ocasión pagó el mayorista José María Morillo”. Por cierto, la factura de “Bergerie- Mare Nostrum” misteriosamente desapareció. Y ahora nos enteramos de que UGT pagó una mariscada de 2.047 euros en 2009 durante una comida navideña de 20 dirigentes de ese sindicato (a 100 euros por cubierto) con cargo a una ayuda anual que le concedió la antigua Consejería de Empleo para “sufragar costes de los representantes del sindicato en procesos de negociación colectiva”; y así todo. Pero eso no importa. Aquí lo que interesa al Gobierno es el factor corrector de las pensiones, a las que se les ha puesto suelo, como a las hipotecas de los bancos, en función de la esperanza de vida. Ya no se tendrá en cuenta el IPC. Hay que cuidar el factor de sostenibilidad, según la ministra Báñez, que aún no es consciente de que muchas familias “sobreviven” con la ayuda que prestan los abuelos a sus descendientes con prestaciones agotadas y sin visos de poder encontrar trabajo, mediante la entrega desinteresada de su exigua pensión. El hartazgo de langostinos de unos miserables, llámense miembros de la Patronal, políticos o sindicalistas, no es más que una gota de agua en este océano de despropósitos. Arruinar al pueblo a costa de un Estado parece algo “normal” en un país manejado por una oligarquía de partidos que, según se desprende, no tiene otra aspiración política que la de cambiar la sangre azul que representa la Monarquía Parlamentaria por el ácido úrico de no sabemos qué otra forma de Estado que destila un hatajo de mangantes.

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