Hoy “La Razón” comenta sobre “los vaqueros milagrosos de doña Letizia”. La
noticia me ha parecido tan ordinaria que he decidido leerla por ver si era
capaz de entender algo sobre esos pantalones que se ha puesto la consorte del príncipe
de Asturias en su visita al Rey en la Clínica Quirón, o sea la clínica de los herederos
de Publio Cordón. Resulta, según voy leyendo, que “tales pantalones llevan el
sistema ‘push up’ y ayudan a realzar los glúteos y a esculpir unas formas más
redondeadas de la persona que los porta”. ¡Toma ya! Pero la noticia no que da
ahí: “Para la ocasión, optó por un ‘look’ informal y chic formado por una
chaqueta estampada de ‘Mango’ y una pieza de la colección ‘bottom up’ de la
firma italiana Liu Jo. Se trata, en concreto, del modelo Standard, el favorito
también de otras damas fans de la casa, como Marina Danko, Carmen Lomana e
Isabel Preysler, y cuyo precio es de unos 126 euros”. ¡Jo, que liu! Vamos a ver
si empezamos a ser serios. Con la que está cayendo, tanto a la
Casa Real como a los españoles en general,
lo que menos nos importa en estos momentos es el tipo de “blue jeans” que
utiliza la consorte del Príncipe para visitar a su suegro en el hospital o la
chamarrilla de cuero que se pone cuando sale de concierto con sus amigas. Por
cierto, gastarse 126 euros en unos pantalones vaqueros se me antoja una
frivolidad por más que resalten el trasero, por muy principesco que sea, de
aquel que se los pone con calzador. Y ahora vayamos al “milagro” de esos
pantalones. Cuenta el periódico que dirige Marhuenda que esa prenda (el
pantalón, no quién lo porta) tiene su miga: “Si nos fijamos en la parte trasera
-cuenta-, la costura debajo de la cinturilla, normalmente recta y denominada
‘canesú’, está trabajada de forma redondeada e invertida, hacia arriba. Un
truco que, unido al hecho de que los bolsillos tampoco se cosen rectos, y al
complicado juego de costuras y pespuntes, hace que se cree un efecto óptico
rotundo: los glúteos ganan volumen, no sólo vistos desde atrás, sino también de
perfil, lo que convierte a esta prenda (el pantalón, no quién lo porta) en un
aliado perfecto para cualquier tipo de acto o celebración”. Servidor de ustedes,
que nació en un pueblo pequeño, rodeado de tipos con trajes de pana y boina,
tuvo el primer pantalón vaquero allá por la adolescencia. Era - aún lo recuerdo- un blue jeans “Pitusa Rock”, comprado en
“Confecciones Gallego” de Calatayud, y que mis padres me habían regalado el día
de mi santo. Desteñía un poco y, cuando me lo bajaba para poder exonerar el
vientre, o meterme en la cama, notaba que las rodillas y las piernas viraban al
color azul Lufthansa, o al color azul campánula, o al azul lapizlázuli, que ya
no sé muy bién a cuál. ¿Se me estaría volviendo la sangre de color azul como a
los borbones? ¿Estaría enfermo de cuidado? Menos mal que por aquellas fechas no
se conocía la enfermedad de las vacas locas, que de haber sido así, al verme
casi añiles las extremidades inferiores hubiese pensado que me quedaba poco
tiempo de vida. El caso es que desteñían. Tampoco sé si con la enfermedad de
las vacas locas se ponen las piernas azules. Se lo preguntaré, si tengo
ocasión, a Juan José Badiola, que tan bien conoce la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, o al
ministro Arias Cañete, que igual se come un par de yogures caducados que
un “chateaubriand” de kilo con patatas a la
pastora. Desde
entonces, y a eso iba, opté por los pantalones de “tergal”, a ser posible de
color gris. Este es un país de vergonzosos cortesanos y de acendrado
plebeyismo. Sólo hay que observar en las audiencias reales las raras
genuflexiones que practican determinadas damas y ministras asistentes a tales
actos. Un día, alguna de ellas se hará un nudo difícil de desatar. Algo así
como el nudo de Lambán. Ese día me desternillaré de risa. Lo que ya no me
parece normal, ni siquiera noticia, es que determinada prensa de la derechona
más fosilizada dé más importancia a los pantalones de la consorte del príncipe
de Asturias en su visita privada a un hospital que a la salud del Jefe del Estado,
por mucho que esos “milagrosos” pantalones redondeen su principesco trasero.
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