sábado, 28 de septiembre de 2013

Milagrosos vaqueros




Hoy “La Razón” comenta sobre  “los vaqueros milagrosos de doña Letizia”. La noticia me ha parecido tan ordinaria que he decidido leerla por ver si era capaz de entender algo sobre esos pantalones que se ha puesto la consorte del príncipe de Asturias en su visita al Rey en la Clínica Quirón, o sea la clínica de los herederos de Publio Cordón. Resulta, según voy leyendo, que “tales pantalones llevan el sistema ‘push up’ y ayudan a realzar los glúteos y a esculpir unas formas más redondeadas de la persona que los porta”. ¡Toma ya! Pero la noticia no que da ahí: “Para la ocasión, optó por un ‘look’ informal y chic formado por una chaqueta estampada de ‘Mango’ y una pieza de la colección ‘bottom up’ de la firma italiana Liu Jo. Se trata, en concreto, del modelo Standard, el favorito también de otras damas fans de la casa, como Marina Danko, Carmen Lomana e Isabel Preysler, y cuyo precio es de unos 126 euros”. ¡Jo, que liu! Vamos a ver si empezamos a ser serios. Con la que está cayendo, tanto a la Casa Real como a los españoles en general, lo que menos nos importa en estos momentos es el tipo de “blue jeans” que utiliza la consorte del Príncipe para visitar a su suegro en el hospital o la chamarrilla de cuero que se pone cuando sale de concierto con sus amigas. Por cierto, gastarse 126 euros en unos pantalones vaqueros se me antoja una frivolidad por más que resalten el trasero, por muy principesco que sea, de aquel que se los pone con calzador. Y ahora vayamos al “milagro” de esos pantalones. Cuenta el periódico que dirige Marhuenda que esa prenda (el pantalón, no quién lo porta) tiene su miga: “Si nos fijamos en la parte trasera -cuenta-, la costura debajo de la cinturilla, normalmente recta y denominada ‘canesú’, está trabajada de forma redondeada e invertida, hacia arriba. Un truco que, unido al hecho de que los bolsillos tampoco se cosen rectos, y al complicado juego de costuras y pespuntes, hace que se cree un efecto óptico rotundo: los glúteos ganan volumen, no sólo vistos desde atrás, sino también de perfil, lo que convierte a esta prenda (el pantalón, no quién lo porta) en un aliado perfecto para cualquier tipo de acto o celebración”. Servidor de ustedes, que nació en un pueblo pequeño, rodeado de tipos con trajes de pana y boina, tuvo el primer pantalón vaquero allá por la adolescencia. Era  - aún lo recuerdo-  un blue jeans “Pitusa Rock”, comprado en “Confecciones Gallego” de Calatayud, y que mis padres me habían regalado el día de mi santo. Desteñía un poco y, cuando me lo bajaba para poder exonerar el vientre, o meterme en la cama, notaba que las rodillas y las piernas viraban al color azul Lufthansa, o al color azul campánula, o al azul lapizlázuli, que ya no sé muy bién a cuál. ¿Se me estaría volviendo la sangre de color azul como a los borbones? ¿Estaría enfermo de cuidado? Menos mal que por aquellas fechas no se conocía la enfermedad de las vacas locas, que de haber sido así, al verme casi añiles las extremidades inferiores hubiese pensado que me quedaba poco tiempo de vida. El caso es que desteñían. Tampoco sé si con la enfermedad de las vacas locas se ponen las piernas azules. Se lo preguntaré, si tengo ocasión, a Juan José Badiola, que tan bien conoce la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, o al ministro Arias Cañete, que igual se come un par de yogures caducados que un  chateaubriand” de kilo con patatas a la pastora. Desde entonces, y a eso iba, opté por los pantalones de “tergal”, a ser posible de color gris. Este es un país de vergonzosos cortesanos y de acendrado plebeyismo. Sólo hay que observar en las audiencias reales las raras genuflexiones que practican determinadas damas y ministras asistentes a tales actos. Un día, alguna de ellas se hará un nudo difícil de desatar. Algo así como el nudo de Lambán. Ese día me desternillaré de risa. Lo que ya no me parece normal, ni siquiera noticia, es que determinada prensa de la derechona más fosilizada dé más importancia a los pantalones de la consorte del príncipe de Asturias en su visita privada a un hospital que a la salud del Jefe del Estado, por mucho que esos “milagrosos” pantalones redondeen su principesco trasero.

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