jueves, 12 de septiembre de 2013

Plaza Mayor



Hoy he pegado un brinco al leer en ABC de Sevilla un titular. Era el titular de un artículo de Antonio Burgos, mi maestro. Ahí es nada “Soy racista”. Luego, una vez que lo he leído, ya más sosegado, he comprendido que Burgos tiene razón sobre los “untos en la manteca colorá”. Pero esas cosas suceden en Sevilla, en Valencia y en Madrid, que es la capital de España y que está regida por una alcaldesa que sabe decir en inglés macarrónico “relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor”. Aquí todos tenemos que relajarnos y mirar las cosas desde otra perspectiva. Lo de Buenos Aires y los tropecientos invitados a saltar El Charco a gastos pagados con cargo al maestro armero ya lo asentarán los Mas Altos y Severos Organismos en sus libros de teneduría. La alcaldesa Botella debería darse una vuelta por la Plaza Mayor de Madrid todas las mañanas para que viese “in situ”  cómo deambula por sus alrededores una legión de parados sin esperanza, manteros llegados en patera y moritos de la morería: “Ay, mora, morita, mora, / morita de Tetuán…/ La luna enamora al río, / al río, al río, / y las estrellas al olivar”. Aquí se unta la manteca colorá  en el café con leche con y sin IVA. Lo del Madrid olímpico ha salido mal (ahora todos buscan al gafe), el gasto sideral del exalcalde Ruiz-Gallardón  ya está hecho y, como recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue, siempre quedará La Peineta, que es un campo de fútbol que sugiere la peineta de carey que se pone en la cabeza De Cospedal en Toledo el día del Corpus. La otra Peineta, o sea, el campo de fútbol, también es de “carey” por la pasta gansa que ha costado a los ciudadanos madrileños. Lo de dar con el gafe que aguachinó la fiesta de Buenos Aires no es del todo difícil. Sólo habría que releer las listas de embarque de los aviones, de los apuntes de “yintonis” en el Hilton, etc.  Yo me inclino por Álvarez del Manzano, que fue inspector técnico de Timbre del Estado y ahora preside la Junta Rectora del IFEMA, pero no me hagan mucho caso. Lo del timbre es lo de menos. Lo importante es la bicicleta, a la que le faltan radios, el piñón, el manillar, el sillín y hasta una rueda. Pero no pasa nada. Como dijo Santiago Amón, “en España no cabe un tonto más”. Pero no pasa nada, y si pasa, ¿qué pasa? “¡Rico parisién!”



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