sábado, 14 de septiembre de 2013

Terrence Burns, el especialista




Ya se conoce el autor del discurso olímpico de Ana Botella. Se trata de Terrence Burns, lo escribió en Londres, es norteamericano y dice ser especialista en discursos olímpicos. Pues el bueno de Terrence se ha lucido. Para mí que ser especialista en discursos olímpicos es como ser probador de escabeches, o probador de bidés. Ahora me gustaría saber cuánto cobró el especialista por escribir aquello de “relaxing cup of café con leche” que dijo Botella en Buenos Aires sin despeinarse una ceja. Eso, en todo caso, debería haberlo dicho Alberto Ruiz-Gallardón, que, además de tener las cejas muy pobladas, es el verdadero artífice del faraónico gasto madrileño que ahora deberemos pagar todos, o sea, los madrileños y los que somos de provincias, que algo de ese gasto olímpico habrá corrido por cuenta de los Presupuestos Generales del Estado, en esa ensoñación más propia de Luis II de Baviera que de unos españoles a los que nos clarea la raspa de tanta sopa de conventos. Pero aquí, según parecer, nadie es responsable de nada, nadie dimite de su cargo político ni nadie se avergüenza de hacer el ridículo más espantoso. Lo del Hilton lo pagará el maestro armero, como los “yintonis”, los vuelos, los cócteles y el resto de las gabelas, que fueron abundantes. “Tengo miedo al avión / también tengo miedo al barco, / por eso quiero saber lo que debo hacer / pa’cruzar el charco. / Será maravilloso / viajar a Buenos Aires/ sin necesidad de tomar el barco o el avión / sólo caminando en bicicleta o autostop…”. El especialista en discursos olímpicos, el señor Burns, se olvidó tomar el “Fosglutén" o confundió esa toma con otra de “Laxén Busto” y la cagó del todo. Esas cosas no hubieran pasado de haber hecho el discurso Pedro Arriola, el marido de Celia Villalobos, que para eso es sobrino de Juan Ramón Jiménez y en su día supo dar en el clavo cuando le escribió a Aznar aquello de “¡Váyase señor González!”. Pero no, Ana Botella prefirió encargar su discurso olímpico a un anglosajón y los resultados no pudieron ser más catastróficos. Tampoco hubiera fracasado Botella de haber encargado el discurso a García Margallo que, como dice lo que se le ocurre aunque no sea de su competencia, igual hubiese producido risa en el comité olímpico y hasta nos hubiese beneficiado. Nunca se sabe. Pero el discurso de Terrence Burns en boca de Ana Botella ha sido como el corte de la mayonesa en un examen culinario. Vamos, un desastre que sólo beneficiará a Esperanza Aguirre, que permanece silente y expectante sobre una rama del madroño a la espera de acontecimientos, es decir, a echarle a Botella un pulso por la Alcaldía.

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