domingo, 22 de septiembre de 2013

Zarzuela de corbatas





Tiene razón Antonio Burgos hoy en ABC, cuando hace referencia al sincorbatismo. De aquel “los rojos no usaban sombrero” hemos pasado “a Zarzuela no se va sin corbata”, referido a los periodistas que acudieron a la rueda de prensa de Rafael Spottorno que debía informar sobre la salud del Rey. Spottorno, con aquel tapiz detrás, parecía la estampa de un mayordomo de película de Hitchcock sobre fondo de una cortina de cretona. Todavía hay quien entiende que a determinadas reuniones, aunque ejerzas de don Tancredo, se debe ir de corbata, de la misma manera que a la playa se debe llevar el albornoz, a ser posible de color granate como hacía el marqués de Casa Riera en la playa de Zarauz. Un albornoz que debió ser la herencia a su hija Mercedes, “la mayor, más paciente cariñosa y atenta de los 14 hermanos”, si hacemos caso a María Eugenia Yagüe (“Crónica”, suplemento dominical de “El Mundo”, 15/6/08). Escribía Yagüe, digo, que Mercedes de Mora y Narváez visitaba a su padre cada mañana y le llevaba fresas de Aranjuez y un chocolate negro especial, el favorito de la familia. De nada sirvió tanto cariño y sincera devoción. Don Gonzalo, hermano de la reina Fabiola de Bélgica, murió en octubre de 2005, a los 87 años, y cuando se hizo público su testamento, de la cuantiosa herencia familiar a Mercedes sólo le quedó la legítima”. Bueno, la legítima, el albornoz de la playa de Zarauz  y alguna concha de berberecho en sus bolsillos. Pero a lo que iba. En la nota de prensa posterior de ABC se decía –y así lo cuenta Burgos- que a la rueda de prensa “habían asistido 110 periodistas de 70 medios. Algunos periodistas y cámaras tuvieron que aguardar a la puerta a que les enviaran corbatas y chaquetas para poder acceder a Zarzuela. Algunas prendas llegaron por mensajero”. No se dice nada sobre si hubo que llevarles pantalones grises, que casan bien con todas las chaquetas,  calcetines negros y crema “canfor” para dar lustre a los zapatos. Queda bien eso de guardar las formas, que ya ni en los “telediarios” se cumple a rajatabla. A Zarzuela, de soltera La, no se puede ir vestido de mercadillo, con barba de varios días, vaqueros raídos y zapatillas blancas de “adidas” con la parte de atrás vuelta, como si fuera el cuello de una gabardina solo que tapando el talón. Esas prendas hay que dejarlas para otra ocasión, como sucede con la chamarrilla de cuero que Letizia  usa cada vez que sale de concierto con sus amigas. Hasta Marcelino Camacho se quitaba el cuello vuelto del jersey y se ponía corbata anudada cuando era recibido por el Rey. El problema de hoy es que las nuevas generaciones, pese a ser las mejor preparadas, no saben hacerse el nudo de la corbata ni encuentran el libro de instrucciones para lograr el nudo simple, o el doble, o el Windsor, o el medio Windsor, o el pequeño, o el de mariposa, o el ascot, o el shelby, o el four in hand, o el grammichele, o el cape knot, o el trinity, o el  truelove, o el pratt, o el eldredge, etc. Hay más variaciones de nudos corbateros que posturas en el Kamasutra. Habrá que empezar a vender en las tiendas de moda las corbatas ya anudadas y con una discreta gomita, como aquella que nos prestaban en la mili a las que, sin que nunca supiese la razón, obligaban meter su punta entre el cuarto y quinto botón  de la camisa, conforme al reglamento. Si no se le ocurre algo a Isidoro Álvarez,  pronto venderán corbatines anudados en las tiendas de los chinos, que lo mismo te fríen una corbata que te planchan un huevo frito.

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